Opinión

BAJO FUEGO De relevos y dislates

  • Publishedagosto 25, 2014

PAG. 7-OCTAVIANO

 

José Antonio Rivera Rosales
La renovación de la dirigencia estatal en el Partido de la Revolución Democrática constituye, en estos momentos, un movimiento clave para el desarrollo del proceso político electoral en ciernes.
En primer término, la dirigencia actualmente ocupada por Carlos Reyes Torres de ningún modo debe ser ocupada por David Jiménez Rumbo. La estafeta debe recaer en manos de alguna corriente política al interior del PRD que no la haya ocupado antes, como Izquierda Democrática Nacional (IDN) u otra de las tribus.
Las corrientes mayoritarias como Nueva Izquierda (NI), con Sebastián de la Rosa a cargo durante la gestión de Zeferino Torreblanca; Grupo Guerrero (GG), como actualmente es el caso con Carlos Reyes, o inclusive Nueva Mayoría (NM), han generado una decepción atroz entre la militancia amarilla debido a la actitud servil con el poder y egoísta con sus bases, que ha caracterizado a estos liderazgos.
Las palmas se las lleva el grupo faccioso que encabeza Jiménez Rumbo, quien con su grupo de cercanos se encuentra en la mira de las autoridades federales por presuntos vínculos con la delincuencia organizada. Y es este grupo cuasi criminal del PRD el que impulsa la candidatura de Armando Ríos Piter para la gubernatura. Hágame usted el favor…
Para abonar a la estrafalaria y gris conducción de Carlos Reyes Torres -cuyo apellido fue implicado con el crimen organizado nada menos que por uno de los principales cabecillas de la organización criminal autodenominada Caballeros Templarios- , ahora Jiménez Rumbo sale ante los medios diciendo que el PRD nunca apoyará a la diversidad sexual ni a los abortistas.
Vaya postura, más propia de la más atrabiliaria membresía panista que de un partido político que se supone con principios de izquierda. La derecha inteligente, que se ha expresado a través de plumas brillantes en el país (Carlos Castillo Peraza, por ejemplo), ha manifestado sana distancia de posturas absolutas en temas tan espinosos como el del aborto así como un mayor respeto por la dignidad de las personas con preferencia sexual diferente.
El dislate por el cual Jiménez Rumbo jamás atinó a disculparse sin duda le abre las puertas… pero de la calle. Algunos sectores sociales ofendidos, como el que propugna la equidad de género y, desde luego, el de la comunidad lésbico-gay, de inmediato se pronunciaron contra el exabrupto de este prototipo de la contradicción perenne, postura muy cercana a la estupidez. Esos sectores, que no son poca cosa, ya advirtieron que aplicarán voto de castigo al PRD.
Así las cosas, luego de la desbandada que causó en ese partido la integración de las bases del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), en el PRD necesitan aire puro a través de una nueva dirigencia que pudiera renovar cuadros con una visión integradora.
Claro que tampoco debiera acceder a esa alicaída dirigencia Víctor Aguirre Alcaide, fundador de la Unidad de Izquierda Guerrerense (UIG) y uno de los cuadros políticos más cotizados del gobernador Ángel Aguirre. Su conducta reciente en Tlapa de Comonfort no es criticable por el hecho de haber festejado su cumpleaños hasta la embriaguez -lo cual no es de ningún modo censurable-, sino mentir descaradamente imputando a policías municipales de esa demarcación un supuesto abuso de autoridad que nunca existió.
Un video localizable en las redes lo exhibe tan borracho como una cuba, pero este líder de corriente simplemente quiso hacer pasar su dislate como un abuso de autoridad, endosando la factura a unos humildes policías de pueblo que nada podían hacer para contradecirlo, hasta que salió en su defensa el alcalde Victoriano Wences, lo que pareció molestar al gobernador Aguirre.
En este contexto, habrá que valorar cuál es el liderazgo más apropiado para acceder a la dirigencia estatal perredista, no para hacer trampa en la próxima selección de candidatos a la gubernaturas, diputaciones, alcaldías y sindicaturas, sino para conducir un proceso político electoral a la altura de los tiempos históricos que vivimos.
Es decir, pensar más en la civilidad política de un proceso inédito e histórico y menos en sus intereses de grupo.
De este proceso electoral surgirán los nuevos cuadros gobernantes y legislativos que deberán atender la siguiente fase histórica de los estados del sur y particularmente de Guerrero, frente a expectativas mediatas sombrías que anuncian mayor pobreza derivadas de las reformas estructurales, lo que se traducirá en inequívocas condiciones de explosividad social.
Las reformas estructurales implementadas en el último tramo de gobierno del genocida Felipe Calderón y profundizadas por la administración de Enrique Peña, que reducen derechos de la clase laboral y amplían privilegios al gran capital -esto es, tanto a las élites nacionales como a las transnacionales-, sólo coadyuvarán a ensanchar la brecha entre los más ricos y los más pobres.
Sólo que los más pobres en México son el 85 por ciento de sus habitantes, incluidos más de tres millones de guerrerenses que subsisten casi en la inopia económica.
Este es el escenario que nos aguarda para los próximos dos o tres años, en los que se podrá discernir claramente de qué manera el gobierno de Peña cumplirá, o no, sus promesas de mayor estabilidad económica para los mexicanos.
Por eso los comicios de 2015 tienen una importancia más estratégica de lo que se cree: porque la clase política que de ahí emane será la que afrontará esa nueva coyuntura histórica.
Ese es el tamaño del compromiso político no sólo del PRD sino de todos los institutos políticos, de los órganos electorales y de toda la clase política guerrerense. Si no están a la altura de los acontecimientos, todos tendrán que responder ante la historia.
Esperemos de verdad que todos ellos entiendan a tiempo el mensaje. De lo contrario, un día no lejano nos desayunaremos en medio de una crisis social incontenible que modificará para siempre el curso de la historia. Si no, al tiempo.

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