Zapata 21
- La Uagro y la reelección
Octavio Augusto Navarrete Gorjón
I
El Congreso del Estado aprobó por mayoría la propuesta de modificar la Ley Orgánica de la UAGro para permitir la reelección de autoridades administrativas, con la modalidad de que tal procedimiento se haría solamente por una ocasión. El debate no pudo salir de la coyuntura, no llegó al fondo del asunto y pareciera que el tema solamente es la probable reelección del rector Javier Saldaña Almazán.
Poner el acento en esa posibilidad (real, por lo demás) eludió lo que nos parece es el debate principal: la evaluación de los resultados académicos de un largo proceso institucional que no comenzó con el actual rectorado pero que en él ha tenido sus más grandes alcances.
La UNAM y la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla mantienen en su clausulado legal el derecho de los universitarios a ser reelectos por una sola ocasión al frente de sus responsabilidades. Tal vez la sola comparación de los rendimientos académicos de esas dos instituciones pudiera ser suficiente para alentar en la UAGro un procedimiento similar.
II
Aunque la polémica apenas fue incipiente, revivió algunas afirmaciones que pueden parecer adecuadas en lo inmediato pero que no soportan un análisis a fondo. Se cuestionó un probable abandono del proyecto Universidad-Pueblo, que fue el primer nombre con el que la sociedad guerrerense conoció el proceso de transformación que ha vivido la universidad en medio siglo. También se reclamó un alejamiento de la institución de los problemas sociales. Ambos asertos requieren matizarse; el proceso de Universidad-Pueblo, entendido como la apertura total de la institución a los hijos de los pobres de Guerrero tenía un componente asistencial muy grande.
Decíamos con razón que de nada valdría mantener a la UAG con las puertas abiertas si los muchachos no tenían para trasladarse o para tomar una dieta balanceada que compensara su crecimiento, sus actividades deportivas y el desgaste físico (que no es menor) ocasionado por la actividad intelectual. En esos afanes se instituyeron comedores universitarios, casas del estudiante, dormitorios estudiantiles y una política de excepción de pagos o descuentos de los mismos, de cuotas que de por sí eran simbólicas.
Hoy continúan vigentes todos esas prerrogativas, pero ya no se vocean tanto porque parejo con ellas hay una política de becas que tiene en estos momentos 62 mil becarios en la institución, repartidos en apoyos que van a becas de posgrado, de investigación, de apoyos contractuales con los hijos de los trabajadores universitarios, becas estudiantiles, de movilidad académica y alimenticias; es decir, ¡La UAGro tiene becados a una cantidad de universitarios que es prácticamente igual al número de estudiantes y trabajadores que tenía la institución cuando el rector era el doctor Rosalío Wences Reza!. Hoy la universidad es muy distinta a la de hace cuarenta años, pero las conquistas esenciales de aquel proceso no sólo siguen vigentes, sino que se han ampliado a un número bastante mayor de beneficiarios.
III
En lo que concierne al alejamiento de la institución de los problemas sociales habría que tomar en cuenta el gran cambio habido en la sociedad en las últimas cuatro décadas. En 1972, en el primer periodo del doctor Wences Reza, no había partidos políticos de oposición en México y la universidad cubrió ese déficit inmiscuyéndose en toda clase de temas sociales y políticos (como institución y como lugar donde muchos ciudadanos hacían una militancia que era impensable fuera de ella). Mucho se criticó a la institución por el papel jugado en ese entonces; pero hoy estamos a una distancia crítica para evaluar positivamente aquellas modalidades de participación ciudadana. La UAG fue un laboratorio de la democracia en los tiempos del régimen de partido único.
En los tiempos que corren, con más o menos libre juego de partidos, con libertades políticas que tienden a ensancharse, la institución ya no tiene por qué jugar el papel que jugaba antes. Los universitarios más brillantes así lo han comprendido y ejercen fuera de la institución y a plenitud sus derechos constitucionales; más de la mitad de la clase política guerrerense de todo signo proviene de la universidad. De allí han salido cientos de regidores, decenas de diputados, senadores, altos funcionarios y gobernadores del estado.
IV
Es cierto, el largo trayecto del proceso Universidad-Pueblo hasta nuestros días ha modificado substancialmente el pensamiento de los universitarios y ha dado lugar a políticas más conservadoras; ello es resultado del reflujo del movimiento estudiantil y de la preeminencia de las políticas sindicales y académicas. Está claro que hoy los estudiantes participan menos en el proceso político institucional y casi no se inmiscuyen en problemas sociales. Siendo el sector académico y de trabajadores los que deciden en forma creciente la política universitaria era de esperarse que se tomaran medidas en el sentido de preservar y mejorar las fuentes de trabajo y la academia. Los estudiantes pasan fugazmente por la institución, los maestros y trabajadores se quedan a realizar ahí su vida completa; es obvio que los segundos toman posicionamientos políticos en función de sus intereses, que trascienden un semestre o tres años. Un síntoma de ese tipo de posicionamiento fue la enérgica respuesta sindical a la medida de aplicar impuestos a algunas prestaciones. Afuera hay muchos problemas frente a los cuales la universidad y sus sindicatos deberían tomar partido; sólo lo hacen cuando se les toca el bolsillo, tratando de evitar una medida que es normal en todas las universidades públicas del país. Las instituciones de educación superior no cobran impuestos, pero desde hace mucho tiempo es una prerrogativa de ellas consolidar los tributos que descuentan como recursos propios de la institución; durante once años la universidad guerrerense no lo hizo, el monto acumulado por esta declinación equivale a un buen porcentaje del déficit que tiene.
V
Es bastante probable que en un mundo universitario con este tipo de prácticas, la posibilidad misma de la reelección de cualquier autoridad se beneficie de un ambiente conservador, que pretende mantener lo poco o mucho conquistado a aventurarse en proyectos de resultados inciertos. Pero ese no es un problema de la autoridad ni de la modificación de ninguna ley, es una condición objetiva de la universidad de hoy, a la que hemos llegado por muchos y variados caminos. Sólo para enfatizar el asunto debemos tomar en cuenta que la última gran crisis y enfrentamiento con el Estado que tuvo la UAG como institución fue en 1984, cuando la embestida para aniquilarla incluyó la suspensión del subsidio federal durante dos años. Hoy estamos a un tercio de siglo de aquella intentona de la que salió airosa la institución. En ese entonces los actuales estudiantes de licenciatura ni siquiera habían nacido, es por tanto muy difícil que puedan tomar partido con una experiencia histórica que sólo conocen de oídas; ello sin contar con el gran déficit de elaboraciones teóricas que hay respecto al tema.
Con el rectorado de Javier Saldaña no comienza ese cambio aunque es indudable que tanto los universitarios como la sociedad lo perciben como el gran transformador de la vida universitaria.
¿En qué estarían pensando los universitarios, su clase política, cuando dejaron pasar esta propuesta de modificación sin gran debate? Permítame el lector aventurar una hipótesis de trabajo. La propuesta pretende avanzar en el fortalecimiento académico de la institución. Porque lo otro es cierto, la gran transformación no se ha logrado, apenas se avizora; la gran cantidad de doctores no eleva por sí mismo el nivel académico. Una fábrica de autos no se define solamente por la calidad de sus técnicos o la disciplina y productividad de sus procesos laborales y productivos, sino sobre todo por su producto final: el auto. La superación de los docentes universitarios no se refleja todavía en su producto final: los profesionistas universitarios.
Hasta ahora la superación ha sido más tiempos completos con mejor preparación y nivel curricular. Eso es bueno porque consolidó una planta docente profesionalizada, pero si en el corto plazo no ocurre una distinción de excelencia de los egresados de la UAGro no valdría mucho la pena. Hay escuelas universitarias con una gran planta docente, preparada y profesionalizada; sin embargo tienen pocos alumnos y los que terminan la carrera no se distinguen mayormente de egresados de otras instituciones. Tal vez por eso algunas escuelas tengan una política de reclutamiento de sus mejores cuadros; los estudiantes más disciplinados y talentosos son primero becados y después contratados tempranamente como docentes o auxiliares. De esta manera hemos llegado a lo que en algún trabajo anterior denominé ‘la universidad propedéutica’; una institución donde sus estudiantes no se están preparando para el mercado laboral, sino para continuar eternamente en la universidad. Ese proceso es un círculo vicioso, una tautología que se asemeja a una serpiente perezosa que se muerde la cola. El caso más emblemático de este proceso fue la Escuela de Ecología Marina, donde treinta y dos maestros de tiempo completo atendían a una docena de alumnos. Una seria investigación sobre avances científicos, mercado laboral y necesidades productivas de las empresas privadas, el sector público y la sociedad hizo que aquella escuela se transformara en la Escuela de Ciencias Ambientales. En este caso, los universitarios pudieron resolver pulcramente algo que ya constituía un severo cuestionamiento. Hay escuelas de nombres rimbombantes que hoy sólo pueden producir litigantes, técnicos en topografía, laboratoristas o buenos encuestadores, no profesionistas de las tradiciones liberales, menos aún de la multi o la interdisciplina.
Ahora bien, si en las carreras tradicionales de la universidad de modelo napoleónico (medicina, ingeniería civil, arquitectura y abogacía) hay problema para que sus egresados encuentren empleos bien remunerados y en actividades que estén de acuerdo al entrenamiento adquirido en la universidad ¿Qué podemos esperar para aquellas carreras nuevas que no tienen todavía ningún egresado, pero que se diseñaron de acuerdo a las nuevas modalidades de la estructura productiva?. Tan solo en 2014, el Consejo Universitario aprobó el diseño curricular de diez opciones profesionales nuevas; esa es una decisión que mira al futuro de una estructura productiva diversa, que implica un crecimiento que hoy la economía no tiene y que están diseñadas para una comunidad y una universidad con gran dinamismo. Es una apuesta arriesgada, pero es la única que puede hacer la UAG como institución si quiere que sus egresados se inserten de manera cabal a los modernos procesos productivos.
El grado de incertidumbre que hay en este conglomerado de estudiantes de nuevas carreras debe ser más grande que el de aquellos aspirantes a profesionistas que observan a médicos, abogados e ingenieros tal vez con empleos precarios pero que se insertan en el mercado de trabajo. Los estudiantes que escogen estas opciones son emprendedores porque caminan por lugares donde no hay veredas; sin embargo su pensamiento debe tener un aspecto conservador en cuanto a la universidad se refiere: ellos quisieran que cuando egresen el rector, los directores y los consejeros que aprobaron sus diseños curriculares fueran los mismos, para que los ayudaran a enfrentar los problemas de su apuesta. Este tipo de conservadurismo es sano porque mira al futuro y le apuesta al dinamismo de la sociedad y la estructura productiva; en suma: porque emprende.
Esa es la tarea que no se ha completado y que urge que se consume: el surgimiento de una universidad con un gran prestigio académico y social. Recientemente se instituyó una fundación para apoyar a la universidad en varios aspectos. Llama la atención que la sociedad guerrerense no aporte por la vía de donaciones recursos que la universidad requiere para poder sobrevivir decorosamente frente a los grandes retos de la crisis que vivimos. El innegable avance institucional todavía no se refleja en un entorno donde los ciudadanos aprueban la gestión universitaria pero no le confían algunos recursos que podrían acercarle. En la UNAM y en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla las donaciones son una fuente muy sólida de recursos; por esa vía la universidad poblana ha obtenido de particulares una impresionante cantidad de edificios, algunos de ellos catalogados como patrimonio cultural de la Humanidad.
Ese es el problema principal de la UAGro, no la reelección o no de sus autoridades. De no superarse pronto esta situación, en el mediano plazo podría enfrentar severos interrogantes políticos y sociales, cuando la comunidad perciba que todos los recursos aportados para la superación universitaria han servido para mejorar las condiciones de vida y de trabajo de sus académicos y trabajadores, pero que no se reflejan en una concomitante elevación de la calidad de sus egresados. Aclaro: la superación de la calidad a veces no tiene que ver con las calificaciones de los estudiantes, sino con la creatividad que tengan para enfrentar los nuevos retos de una sociedad que está cambiando. Aunque tengan las mismas notas que los estudiantes de otras universidades, los egresados de nuestra máxima casa de estudios deben ganarse un perfil propio y un lugar en el medio laboral en el cual puedan ser más útiles a la sociedad. Como en todos los aspectos, la UAGro necesita establecer con claridad su propio estilo, su propio perfil de egresado.
VI
Hace algunos años, en los tiempos del rector Florentino Cruz Ramírez y de la reforma universitaria que impulsó, el de la pluma presentó al Congreso del Estado una propuesta de Ley Orgánica que contenía solamente un artículo donde se decía, palabras más, palabras menos, que ‘La UAG es una institución autónoma del Estado de Guerrero y que como tal tiene derecho a elegir la modalidad de sus autoridades, sus procedimientos electivos, sus periodos de gestión y la sana administración de sus recursos y en donde prive una libertad de cátedra en la cual la institución pueda realizar sus altos propósitos’. La idea de tener una ley orgánica breve y sencilla era con el objeto de impedir que fuerzas externas (políticos, empresarios, partidos, líderes religiosos o cualquier grupo de interés) se inmiscuyera en asuntos que sólo competen a los universitarios. Por supuesto que una ley con esas características dejaría al Estatuto Universitario todo lo que se refiere a la parafernalia del poder y la administración de la institución; requería además de una alta concientización de la comunidad universitaria para no utilizar esas prerrogativas legales en tapadera de ineficiencias y relaciones políticas clientelares.
En esta coyuntura se criticó que diputados de ayer y hoy opinaran sobre el tema de la ley orgánica. Un prurito autonomista hizo que se reaccionara duramente frente a opiniones que no significan injerencia alguna en tanto que los asuntos universitarios son temas trascendentes para la vida del estado de Guerrero.
Los argumentos de los pocos diputados que votaron en contra de la reforma no deben echarse al cesto de la basura. También en este tema debe extenderse al congreso el clima universitario de pluralismo y respeto a la opinión disidente; eso que la generación del rector Jaime Castrejón Díez llamó con un nombre de profundas resonancias: espíritu universitario. La opinión disidente fortalece la reforma y nos anuncia dos cosas: que habrá cuidadoso seguimiento sobre los procesos institucionales y que los universitarios deberán realizarlos en forma autónoma pero con absoluta pulcritud.
De haber aprobado en la reforma anterior una ley con uno o dos artículos solamente la universidad no hubiera tenido que validar externamente una decisión que ya habían aprobado sus órganos autónomos de gestión. De eso se trataba, de evitar que en una institución donde ya se percibía un gran dinamismo en el futuro, tuviera que someter a consideraciones externas (así sean de diputados) las nuevas modalidades de gobierno que su desarrollo demanda.
De hecho ese fue el argumento principal para aprobar la modificación legislativa; los diputados que pasaron a tribuna propusieron que el congreso sólo convalidara la decisión que los universitarios habían tomado previamente. Llamó la atención que frente a tanto legislador de izquierda, fuera el diputado Héctor Vicario el que expresara un público reconocimiento a la trayectoria del doctor Rosalío Wences Reza. Esto es ver para creer.
CORREO CHUAN
El correo chuan regresa con noticias no tan atrasadas: apenas comienza el debate en la universidad y ya se enrumba por trillados caminos. No hay que perder de vista lo esencial: el futuro de una institución que se ha transformado pero que todavía no refleja sus avances en el prestigio de sus egresados y en una confianza social que la fortalezca.
Dice también el chuan que murió Umberto Eco, el fundador de la semiótica moderna y el autor de ‘El nombre de la rosa’, obra señera que vendió 50 millones de copias y que se impuso incluso como una carga (‘he llegado a odiarla’, decía su autor) a un académico que brilló intensamente como catedrático en la Universidad de Turín. Antes de esa obra, Eco diseñó y ejerció la primera cátedra de semiótica en aquella universidad. Sin los ecos de Eco en Latinoamérica no sabríamos tal vez del carácter imperialista de Supermán y del Pato Donald. Intelectual y humanista, recordamos cómo hace un año encabezó en Italia las movilizaciones a favor de la aparición con vida de los normalistas de Ayotzinapa. La disciplina que instauró Roland Barthes terminó de consolidarse con Eco; ahora forma parte de todos los programas de lingüística, literatura, periodismo y comunicación. Era una disciplina que hacía falta; su etimología proviene de semen-semilla-semiótica: el significado verdadero y profundo de los signos y palabras. Zapata 21 es una dirección de bellos recuerdos.
E-mail: correochuan@hotmail.com