Balaceras, entre la realidad y la ficción
José Antonio Rivera / Octavio Navarrete
Fotos: Bernandino Hernández
1.- La furia de las redes
Las balaceras ocurridas la noche del domingo 24 de abril están bajo un espeso manto de sospecha. En primer lugar se producen cuando un verdadero coro de articulistas cuestionaba la estrategia de seguridad de las autoridades. A nivel internacional cada día son más voces las que tienen una variable estratégica para expresar la supuesta ineficiencia del Estado mexicano en su lucha contra los criminales: impunidad.
El intercambio de balas y la supuesta persecución se producen el mismo día en que se daría a conocer el informe final del GIEI acerca de la desaparición en Iguala de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Alguien quería que la nota de la balacera compitiera con lo que seguramente serían las ocho columnas de todos los diarios locales. En parte lo consiguieron, aunque la prensa crítica tuvo en el informe del GIEI su nota principal.
La noche del 24 de abril un incidente armado causó pánico entre la ciudadanía, lo que fue replicado en las redes sociales como si todo Acapulco estuviera en llamas. Todo, o casi todo, parece haber sido mentira. Los acontecimientos fueron ampliamente difundidos por los medios de comunicación locales, nacionales e internacionales, lo que generó un impacto mediático desmesurado.
El gobernador Astudillo, quien salió a enfrentar la situación arropado por los mandos de las fuerzas federales, concluyó que esa noche fatídica hubo un ataque articulado contra dos edificios ocupados por la policía federal; las oficinas de costera 125, donde tienen su cuartel, y el hotel Alba Suites, donde se hospedan. Los ataques habrían sido una represalia por la captura de Fredy del valle, cabecilla de la delincuencia organizada, ocurrida días antes en Los Cabos, Baja California Sur.
Nada más lejos de la verdad.
La primera pista sobre el desaguisado la proporcionó la empresaria hotelera Mary Bertha Medina, propietaria del hotel Alba Suites, quien a las 23:15 del domingo 24 escribió en su cuenta de twitter: “trabajadores, huéspedes y gendarmería del Alba Suites estamos bien, en este momento todo tranquilo, gracias a todos por su preocupación”.
Ese primer incidente, que ocurrió poco después de las 9 de la noche, terminó con un presunto agresor muerto y una persecución contra hombres armados, según la versión oficial difundida por el gobernador Astudillo.
Al día siguiente, en entrevista con El Sur, la empresaria se explayó: “personas desconocidas aventaron un muerto a un terreno baldío que se encuentra atrás del hotel y rafaguearon un edificio a un lado de la hospedería. No hubo heridos ni de los empleados ni de policías. Después de una revisión a las instalaciones no vieron ningún daño a puertas ventanas o paredes”; es decir, nunca existió el supuesto ataque contra el hotel donde duermen los agentes federales.
Una segunda pista la ofreció el propio fiscal general del estado, Javier Olea Peláez, quien en su boletín número 130, del 25 de abril, asegura que el incidente armado de Caleta “fundamentalmente, se trató de una persecución entre dos grupos delincuenciales”. El comunicado de prensa de la FGE jamás habla de una agresión delincuencial armada contra los policías federales.
2.- Persecuciones
De acuerdo con los datos que arroja una reconstrucción de los tiroteos reportados el domingo 24 de mayo, en realidad nunca ocurrió el “ataque articulado” contra el edificio de Costera 125 que aloja el cuartel general de la Policía Federal, ni contra el hotel Alba Suites, donde pernoctan los federales.
Diferentes versiones recogidas sobre el supuesto enfrentamiento de aquella noche concluyen que todo comenzó con una persecución vehicular: un auto Vectra color blanco, con dos jóvenes a bordo, era perseguido sobre la costera Miguel Alemán por una camioneta Xtrail color negra en la que viajaban varios individuos.
El automóvil Vectra lo conducía Luis Guillermo Pacheco Vargas, quien traía de copiloto a Jonathan Ruiz Santos. Ambos eran perseguidos por varios hombres armados que se desplazaban en la camioneta Xtrail negra, quienes les hicieron varios disparos de advertencia para que se detuvieran, lo que causó que los perseguidos imprimieran mayor velocidad al vehículo enfilando rumbo a la Península de las Playas, exactamente en la ruta en la que se ubica el Alba Suites.
Previamente, poco después de las ocho de la noche, una persona del sexo masculino fue asesinada a tiros a la altura del edificio de la CROM, frente al tradicional negocio conocido como “Tamales Licha”. El asesinado era un joven de 24 años de nombre Raúl Antonio Gómez Mendoza, quien quedó tendido sobre la calle trasera del edificio gremial. Un par de balas perdidas lesionaron en un brazo y en el cuello a Gerardo Andrés Jiménez Miranda, un mesero de 33 años que en ese momento atendía la clientela de otro expendio de tamales, quien a la postre falleció. Aunque no queda claro, este incidente fatal parece ser el inicio de la persecución que terminó en un pandemónium armado.
Se ignora quién o quiénes causaron estos homicidios, pero todo parece indicar que esas detonaciones de arma de fuego activaron la intervención de agentes federales vestidos con ropa de civil, que le marcaron el alto a varios vehículos sospechosos, entre ellos al Vectra color blanco.
La persecución contra el automóvil blanco se enfiló entonces por la Gran Vía Tropical, pasó junto al hotel Alba Suites y terminó en la calle de atrás de la hospedería, a la altura del hotel Aristos, donde el vehículo Vectra fue interceptado por los sujetos de civil. Según la reconstrucción de lo sucedido, enriquecida con información de familiares de los perseguidos, el conductor del vehículo Vectra, Luis Guillermo Pacheco Vargas, descendió con las manos en alto pero fue sometido por los civiles armados, quienes le dispararon a mansalva. Lo acribillaron cuando ya se había entregado. Esta es la persona presentada como supuesto agresor de los federales.
Se ignora hasta el momento la identidad de los persecutores armados que terminaron masacrando a Pacheco Vargas; también se ignora cómo fue que el joven Ruiz Santos, de 22 años, escapó del vehículo y se ocultó en un canal, aunque de todos modos fue alcanzado por uno o dos disparos que le lesionaron el pie izquierdo.
Las detonaciones de arma de fuego junto al Alba Suites provocaron la reacción inmediata de los agentes que ahí pernoctaban quienes dispararon contra los sujetos de civil, lo que dio inicio a otra persecución, pero ahora en sentido inverso, la cual terminó casi frente a las instalaciones de costera 125.
Según distintas fuentes, los individuos de civil trataron de buscar refugio precisamente en el cuartel de la PFP, pero fueron recibidos a tiros. Entonces se dio una huida desordenada de los sujetos que generó una confusión total porque las fuerzas federales ignoraban realmente a quién perseguían, o contra quién disparaban. En medio de un caos generalizado, militares y agentes cerraron la avenida turística entre la glorieta de La Diana y Wilfrido Massieu.
Una fuente comentó que un grupo de federales encontró a los civiles armados, quienes según versiones se identificaron como agentes de la policía federal preventiva (PFP), lo que terminó con toda la confusión imperante.
Para entonces ya se había desatado un aquelarre en las redes sociales, que reportaban balaceras incontenibles en diferentes puntos de la ciudad, señaladamente en la periferia, aunque también se mencionaban algunos lugares céntricos.
Según la información oficial, se reportaron un total de 13 supuestos enfrentamientos, de los cuales sólo fueron reales los ataques contra la Policía Federal. Ciudadanos consultados en diferentes colonias informaron que en al menos tres o cuatro de los 13 incidentes reportados, los lugareños escucharon detonaciones de armas de fuego.
Este aspecto del fenómeno ocurrido el domingo 24 de abril sigue siendo un misterio, pero no es descabellado inferir que, o hubo intercambios de tiros sin bajas entre civiles armados, o más bien todo fue una simulación; es decir, cabe la posibilidad de que realmente hubo grupos que se posicionaron en diversos puntos de la ciudad para accionar armas de fuego, haciendo creer a la población que estaba en medio de enfrentamientos desbordados entre criminales, o entre éstos y los federales. En todo caso, en ninguna de las supuestas balaceras hubo muertos ni heridos, ni daños materiales; todo lo cual resulta inexplicable.
3.- El sobreviviente, las interrogantes
Por otra parte, en un contexto de completo sigilo, el sobreviviente del incidente armado ocurrido frente al hotel Aristos, Jonathan Ruiz Santos, rescatado esa noche por agentes de la gendarmería, fue internado en el Hospital General de Acapulco debido a la herida o heridas de bala sufridas en el pie. Lo extraño es que, al consultar a directivos de ese nosocomio, ignoraban el ingreso de Ruiz Santos ni su atención como paciente delicado. Su nombre no aparecía en los registros de ingreso de pacientes, a pesar de que es, o era, mantenido bajo resguardo de la gendarmería en el área de quirófanos, donde desde hace días estaba a la espera de una intervención quirúrgica.
En pocas palabras, parecían tenerlo escondido tanto los federales que lo resguardan como las propias autoridades del nosocomio. Los agentes que le proporcionan resguardo negaron a los periodistas el acceso a esta persona para conocer de primera mano lo que sucedió esa noche, a pesar de que es el único testigo vivo.
Hasta la elaboración de este ensayo, la última información disponible indicaba que el testigo Ruiz Santos seguía internado en el Hospital General de Acapulco, cuyas autoridades no habían dado parte al ministerio público para levantar la declaración ministerial del paciente, como es obligación de los hospitales en los casos de heridos de bala.
Gregorio Ruiz, padre del herido, aseguró que su hijo estaba bajo resguardo de la gendarmería para proteger su vida de cualquier posible agresión en su contra, pero que el joven no estaba en calidad de detenido.
Cabe aquí hacer algunas reflexiones:
¿Por qué nadie ha informado oficialmente sobre la probable intervención de agentes federales de investigación que habrían participado esa noche aciaga en la persecución vehicular?
¿Si hubo una confrontación entre dos grupos delictivos, como asegura la versión oficial, por qué el grupo de civiles armados que masacró al supuesto agresor buscó refugio precisamente en el cuartel de Costera 125? ¿Porque en realidad eran agentes federales?
¿Por qué las autoridades no tomaron en cuenta a los dos jóvenes caídos junto al edificio de la CROM, como parte del saldo rojo de esa noche?
¿Quién fue el responsable de divulgar esa noche y el día siguiente la falsa versión de un “ataque articulado” contra los federales, como hicieron decir al gobernador Héctor Astudillo Flores?
¿Por qué nadie ha informado oficialmente del joven sobreviviente de esa noche, internado en el Hospital General de Acapulco? ¿por qué el nosocomio no había dado parte al MP? ¿Por qué está el herido bajo resguardo de las fuerzas federales? ¿Qué intentan esconder?
4. Las conclusiones
De acuerdo con el análisis de los acontecimientos violentos la noche del 24 de abril, que causaron un grave daño a la imagen turística del puerto de Acapulco así como a sus autoridades civiles, señaladamente al alcalde Evodio Velázquez y al gobernador Héctor Astudillo, los datos disponibles apuntan a lo siguiente:
- Jamás ocurrió ningún ataque contra el hotel y el cuartel general de la Policía Federal, como divulgaron falsamente las autoridades. El primer nivel de responsabilidad en esta desinformación apunta al Comisario de la PF en Guerrero, comandante Rafael Lomelí.
- Como en toda balacera, son los datos duros los que deben hablar por sí mismos. En hora y media de intercambio de disparos a lo largo de siete kilómetros, ni los policías federales ni sus atacantes rompieron un cristal; tampoco hay impactos de balas en el cuartel de la PF o en vehículos estacionados o que iban pasando por el lugar de los hechos. ¿A quién le tiraban los atacantes? ¿A quién los federales?
- Todo parece indicar que estamos ante la presencia de un montaje que no soporta el mínimo análisis. Una simulación que sí tenía un objetivo: aterrorizar a la población. El gobierno mexicano ha ido demasiado lejos en su compromiso con las bandas, prefiere arriesgarse a hacer el ridículo antes de tomar medidas serias para combatir el flagelo. Hoy simularon un enfrentamiento que duró mucho tiempo para no arrojar ni bajas, ni vidrios rotos. De lo que se trataba era de generar un ambiente de sicosis, de escalar el miedo sobre una población que está cuestionando cada día con más fuerza una supuesta guerra contra el narcotráfico que no detiene ni la distribución ni el consumo de estupefacientes, pero que ha servido para mantener a una sociedad paralizada por el miedo. Hoy, como en los tiempos de la guerra sucia, la violencia es el mejor instrumento para gobernar.
- La desmesurada reacción contra las redes tuvo su origen en el error que cometió el gobierno al irse con la finta y tratar de desmentir en forma coherente el hecho de que toda la balacera había sido obra de sus muchachos. A ello se debe también que el presidente municipal Evodio Velázquez haya propuesto a la semana de los hechos una oficina de manejo de crisis, que entendemos pudiera ser un cuerpo colegiado de los gobiernos federal, estatal y municipal. Es una forma de disculparse por las afirmaciones erróneas con las que inicialmente se respondió.
- Después de esa primera reacción se ha tratado de modificar el móvil y los participantes en los supuestos enfrentamientos. Primero fueron para generar sicosis, hoy dicen que bandas rivales disputaban una nómina. En ninguna versión se habla de los ciudadanos abatidos (tal vez por equivocación) en el contexto de las persecuciones y enfrentamientos.
- Después de los primeros enfrentamientos y persecuciones alguien le mintió al gobernador Héctor Astudillo, que tuvo que regresar de manera urgente de Guadalajara, donde se encontraba en el marco del Tianguis Turístico. Les mintieron también a los mandos militares, que a pesar de la gran cobertura mediática que tuvieron los hechos, extrañamente cobijaron la versión de la falsa balacera.
- Todavía hay más preguntas que respuestas. Después de las declaraciones iniciales del gobernador, las voces oficiales han caído en una contradicción tras otra. Algo más sucio se trata de ocultar: el muy probable involucramiento de la Policía Federal con las bandas criminales. Falta que nos digan quién les disparó a los muertos y al herido, de qué calibre eran las armas utilizadas y por qué se dieron las persecuciones. En torno a este grave incidente alguien le está mintiendo a toda la sociedad.
- En la persecución vehicular que ocasionó el aparatoso operativo policiaco-militar existió probable participación de agentes de inteligencia de la propia Policía Federal, lo que hasta ahora ha sido ocultado por las autoridades.
- Hasta ahora no existen indicios de que en la persecución haya participado un segundo grupo delincuencial, como lo pretende hacer creer el fiscal general del estado, Javier Olea Peláez. La versión propalada por el secretario de gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong sobre una confrontación entre grupos delincuenciales para apoderarse de una nómina, carece por completo de asidero.
- Uno de los tripulantes del perseguido vehículo Vectra blanco sobrevivió el incidente y fue internado en secreto en el Hospital General de Acapulco, donde hasta hace días aún permanecía bajo resguardo de la Gendarmería.
- Aunque se desconoce a cabalidad qué fue lo pasó esa noche, cabe la posibilidad de un despliegue de desconocidos armados que accionaron armas de fuego en diferentes puntos de la ciudad para dar la impresión de tiroteos indiscriminados. Las balaceras subsecuentes se debieron a que una vez cometido el error, quisieron magnificarlo para hacer creíble que se estaba combatiendo a las bandas en toda la ciudad.
- Aunque es probable que hayan sido las propias redes sociales las que potenciaron el pánico entre la ciudadanía, también es probable que un grupo de personas de manera perversa haya orquestado esa campaña negra para generar terror. En todo caso hay niveles de responsabilidad, no puede ser que a 15 días de los hechos el gobernador sostenga que los que causan pánico son los delincuentes, las redes sociales y los partidos políticos. Detrás de la sicosis y declaraciones de todo tipo de protagonistas está un hecho objetivo: una balacera cuyos móviles y consecuencias la autoridad no ha podido explicar en forma coherente.