Héctor Manuel Popoca Boone
Hacia las próximas elecciones del 1º de julio, ya es una tendencia consistente el triunfo de la candidatura de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) para presidente de la República. No está en duda si va a ganar o no. La incertidumbre estriba en saber si los que dominan de facto nuestro país, van a aceptar su triunfo o no. Y el poder, es lo último que se deja perder.
La historia muestra que la mafia en el poder hará lo indecible para retenerlo, porque es propio de su interés rapaz. En 1988, le escamotearon la victoria democrática a Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano, con un descomunal fraude al contender contra Carlos Salinas de Gortari. Después en 2006, sucedió lo mismo con el triunfo inobjetable de AMLO ante Felipe Calderón; quién “haiga sido como haiga sido”, se apoltronó en la silla presidencial.
Es tal la apropiación de concesiones para saquear erarios públicos, territorios, minerales y recursos energéticos por unos cuantos filibusteros, de dentro y fuera del país, que es ingenuo pensar que se mantendrán respetuosos de un verdadero ejercicio democrático libre, honesto e imparcial. A esa reluctancia, hay que sumarle la del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que ve con aprensión que a sus empresarios transnacionales AMLO pueda menguar sus rentables negocios extractivos en nuestro país. Frente a sus designios imperiales, no va a ser de su agrado que México vuelva a ser soberano y no lacayo.
En las próximas elecciones, los poderosos nos inundaran con toda clase de triquiñuelas, complots desestabilizadores y millones de dólares de la CIA que, junto con los de sus compinches locales, trataran de sabotear el triunfo de AMLO. Tan es así que ya lo advirtió José Antonio Meade (JAM) dos veces de manera pública (por demás, en forma irresponsable y provocadora): El PRI ganará las elecciones presidenciales, utilizando la misma estrategia aplicada en el Estado de México en el 2017; llevando de esa forma al país a un estercolero electoral sin precedente alguno; y sin importar las explosivas reacciones sociales que un mega-fraude de ese tipo conlleva.
Lo harán a partir de varias plataformas de acción: La primera es la suciedad que explayaran en los medios y con líderes de opinión a sueldo, a través de propaganda perversa, con el fin de inhibir la voluntad ciudadana de votar a favor de AMLO. Estigmatizándolo. Difamarlo y ridiculizarlo es la intención. Inventarle y difundir hasta la saciedad, supuestos contubernios vergonzantes o simples errores personales. Quieren crear en el imaginario social, negativa percepción de su persona y de no ser el idóneo para asumir la presidencia de la república.
La segunda plataforma será el involucramiento ilícito, descarado y cínico de todo el aparato gubernamental federal (con todos los posibles programas, presupuestos públicos y personal de nómina) junto con los respectivos estatales y municipales priistas en apoyo a JAM. Atemorizando también al pueblo pobre de perder las dádivas gubernamentales que actualmente recibe.
La tercera, es la consabida estrategia perfeccionada de cooptación de operadores políticos y de sus estructuras electorales para la promoción, acarreo y sufragio comprado; disponiendo para ello de abundante dinero (Sabrá Dios adonde lo obtendrán) y mecanismos financieros, vía tarjetas magnéticas, destinadas para los electores que convergen en las casillas y distritos electorales pobres y/o rurales; donde hay mucha necesidad material y donde no hay suficiente defensa del voto por parte de los seguidores de AMLO.
De gran importancia para el PRI es tener desde el principio doblegado al INE, al TRIFE y a la FEPADE; que son, junto con sus pares estatales, los árbitros en el presente proceso electoral. Por eso, José Antonio Meade, ha reiterado en varias ocasiones que el PRI usara la misma estrategia empleada en el Estado de México, hace un año.
Eso permitirá a la mapachería profesional priista diseñar y llevar a cabo las acciones más eficaces para lograr el gane con la mayor libertad; no importando que sean violatorias de las reglas electorales. Saben de la flexibilidad que los árbitros electorales les brindarán para cometer los fraudes necesarios para triunfar, cueste lo que cueste; ya que actuarán bajo la consigna “dejar hacer, dejar pasar”, sin ver, oír u opinar. Serán muy laxos con los priistas en el acatamiento de las normas, obsequiándoles la correspondiente impunidad.
De esa contienda del 2017, varios destacados analistas políticos* concluyeron que las instituciones aludidas favorecieron al candidato a gobernador del PRI, al no asumir su papel de vigilantes imparciales del proceso. Le brindaron apoyo descarado al ser omisos de las pillerías que cometió el PRI junto con el gobierno federal y el estatal. No investigaron a fondo el flujo de fondos ilegales usados en la campaña. Al final, los tribunales electorales desecharon los atropellos documentados de los que fueron víctimas los otros partidos políticos y sus candidatos, especialmente la candidata de MORENA.
Por cuanto a los organismos locales electorales se refiere, su ciudadanización quedó malograda desde el principio, ya que con la debida antelación el gobierno del estado (PRI) a través de su fracción parlamentaria mayoritaria en el congreso local, nombró como consejeros electorales personas a modo, en vez de seleccionar a los más capacitados, profesionalmente hablando.
El gobierno federal y el PRI, junto con sus pares estatales, también actuaron al ras de las casillas electorales, en la selección a modo también de los funcionarios electorales de último momento, así como del posicionamiento de sus representantes de partido en cada una de ellas. Se trataba de tener el control de los lugares de la jornada donde estarían las urnas en que se depositarían los votos.
La estrategia del PRI implementada en el Estado de México violó toda legalidad electoral establecida para asegurar su triunfo en un marco de completa inequidad. Eso se tradujo en ilegitimidad por todos reconocida. Repetirla a escala nacional suscitará conflictos post electorales de gran magnitud, al estar en juego poderosos intereses de todo tipo, en un contexto de compleja problemática por la que atraviesa el país.
Si lo que nos importa a todos los mexicanos es que el voto ciudadano sea contado con honestidad y sin coacción alguna, en un marco de limpieza electoral, resulta sumamente preocupante que, José Antonio Meade y el PRI de los pinos, quieran obtener el triunfo como sea y a como dé lugar; ante el desprestigio que Meade ya arrastra y la debilidad popular que exhibe como candidato presidencial.
Al tratar de retener el poder presidencial a toda costa, a los priistas no les importará cometer gran fraude electoral a nivel nacional, para así proteger los intereses de unos pocos, sobre las ingentes demandas de los muchos mexicanos depauperados. Privilegiaran la deshonestidad sobre la pulcritud y la perversión sobre la ética.