CULTIVOS ILÍCITOS

Bernandino Hernández
Tlacotepec, Guerrero a 3 de Febrero de 2015
La pobreza extrema y el abandono oficial han sido la causa de la proliferación de enervantes en la Sierra Madre del Sur, consideró Humberto Nava Reyna, presidente del Consejo Supremo de Pueblos del Filo Mayor (CSPFM).
En entrevista, el dirigente campesino admitió que cientos, quizá algunos miles de habitantes del Filo Mayor de la Sierra, han incurrido en la siembra de enervantes debido a que carecen de los servicios más indispensables, sin contar con que han sido víctimas de los grupos criminales que los han hostigado en los últimos años.
Por ello, dijo, junto con otras organizaciones rurales en los últimos 20 años han pugnado por crear la cuarta región económica que abarcaría la totalidad de las comunidades de la Sierra Madre del Sur a partir de políticas públicas que atiendan fundamentalmente la generación de empleo, caminos de acceso, escuelas y servicios de salud.
Un recorrido por la parte alta de esa región permitió constatar que la inmensa mayoría de los habitantes de la región han vivido en la simulación oficial: caminos destrozados, escuelas sin maestros y desprovistas del mobiliario más esencial, centros de salud sin médicos, enfermeras ni, mucho menos, medicinas.
Sólo algunas comunidades, ubicadas en el llamado Cordón de la Sierra Madre -el llamado Filo Mayor- se dan el lujo de comer carne de jabalí, aprovechado que algunas manadas irrupen en los cultivos de maíz para comerse la mazorca.
Desde luego que tampoco tienen servicios de seguridad de parte de los municipios, cuyas cabeceras municipales se encuentra a mucha distancia del Filo Mayor, lo que los ha hecho particularmente vulnerables a los embates de la delincuencia organizada.
Un recorrido por las montañas del sur con habitantes de esas comunidades de la sierra permitió constatar que a todo lo largo de la cordillera pululan los plantío de amapola, un cultivo que, pese a ser ilícito, es frecuentado por la mayoría de los habitantes que, dicen, tienen más de 50 años en el abandono oficial.
En este región sus habitantes han logrado mantener a salvo sus cultivos con apoyo de sistemas de riego rudimentarios, a pesar de las sucesivas campañas de fumigación empleadas por el Ejército Mexicano.
El recorrido se llevó a cabo entre comunidades ubicadas en la cresta de la cordillera, donde los reporteros conversaron libremente con sus habitantes, quienes con la promesa de no revelar su identidad, confirmaron que son ellos, a veces con apoyo foráneo, los que siembran los enervantes para ayudarse con algunos recursos frescos para su economía sumida en la pobreza extrema.
En algunos casos, con auspicio de las organizaciones campesinas, la misma población afectada experimenta la posibilidad de transitar de los cultivos ilícitos a los lícitos, con todo y el costo que ello les representa.
Es el caso, por citar un ejemplo, de Olga Mosso Deaquino, una jefa de familia madre de tres jóvenes, quien se atrevió a sembrar aguacate y flores en el filo de los cerros para mejorar su economía.
Es problema es que, sin ayuda del gobierno, esta viuda impulsó penosamente sus cultivos de flores de azucena junto con árboles frutales, además del preciado aguacate, que a duras penas ha colocado en los mercados locales.
Aunque no tiene el apoyo oficial, esta jefa de familia cuenta con la ventaja de habitar en el ejido Carrizal de Bravo, situado junto a la carretera de Filo de Caballo, que está pavimentada, lo que le permite sacar su producción hacia Chilpancingo, su mercado natural.
Para mantenerse, desarrolla otras actividades como jornalera lo que le proporciona algunas monedas que le permiten esperar la temporada de cosecha de sus frutales, como durazno, pera y tejocote, además de las azucenas y los aguacates.
El aguacate, que promete ser un cultivo con un mercado mucho más amplio -en Acapulco y el Distrito Federal-, tardó cuatro años en producir, tiempo en el que esta madre emprendedora se vio sumida en la más brutal pobreza.
Empero, muchos otros han afrontado una situación más extrema que la señora Mosso Deaquino: muchas familias que habitan en lo alto de la cordillera, donde apenas llegan algunas brechas destrozadas por los embates de la tormenta Manuel, carecen del dinero necesario para impulsar un proyecto y sobreviven con lo que le arrancan a la tierra.
Su esperanza es el cultivo de la bella flor de la amapola.
Mientras un árbol de aguacate tarda de tres a cuatro años en comenzar a florear, la amapola nos da el dinero a los tres meses, dice uno de estos campesinos que se negó a identificarse.
Con una sencillez insólita, detalla que a los tres meses de sembrada, la amapola está lista para producir goma, que es la materia prima para la derivación de la heroína, una de las drogas duras más caras en el mercado norteamericano.
Y hace cuentas: de un sembradío de algunos cientos de metros, bien regado, es posible obtener dos kilogramos de goma que se cotiza en 13 mil pesos el kilo. Así, en tres meses la familia puede contar con la cantidad de 26 mil pesos para solventar sus necesidades. Una verdadera fortuna en estos lugares.
Con ello, la familia puede comprar varias cargas de maíz y frijol para sembrar y para mantenerse, así como otros productos fundamentales como sal, aceite y azúcar y, de vez en vez, algún vestido para la niña.
Pese a ello, siguen en la más absoluta miseria, lo que es una realidad cotidiana para unas cien mil personas que viven a todo lo largo de la cordillera.
Del gobierno, mejor ni hablar: las cabeceras municipales ni se molestan en llevarles servicios dado que son comunidades dispersas en una geografía brutal, y los gobiernos estatal y federal están muy ocupados en atender las localidades urbanas donde se concentra el grueso de la población.
Por eso, es que muchas agrupaciones campesinas han decidido impulsar el proyecto de la Octava Región Económica para estar en condiciones de demandar. Ahora sí, los servicios más elementales. FOTOS: BERNANDINO HERNÁNDEZ.