ENSAYO: La ética periodística en la actualidad

Imagen tomada de internet para ilustrar.
Por Alexis Iván de la Cruz Rojas | Ensayo estudiantil compartido a Costa Brava
Hay dos tipos de escritores: uno es el que cava la tierra en busca de la verdad. Está abajo en el hoyo echando la tierra hacia arriba. Pero encima de él hay otro hombre echando la tierra hacia abajo. Él también es periodista. Entre ambos siempre hay un duelo. La lucha de fuerza del tercer poder del Estado por el dominio que nunca acaba. Tienes periodistas que quieren informar y descubrir. Tienes otros que ejecutan los recados del poder y contribuyen a ocultar lo que realmente está ocurriendo.
La falsa pista de Henning Mankell
El periodismo que se hace en los estados vive bajo asedio permanente del poder político y económico. Contrario a ello existe el periodismo cercano a estos poderes, pero alejado de los lectores a quienes agrede con información poco ética. Al final del túnel hay una luz que ilumina al periodismo con sus lectores: El semanario Trinchera.
El periodista Julio Sherer García escribió en la introducción del libro Tiempo de saber del cual es coautor Carlos Monsiváis:“La calumnia desde el poder es un crimen a mansalva. Requiere de la alevosía para mantener en la sombra a su autor; requiere también del abuso, la disputa desigual. Traiciona, además, porque finge cercanía o amistad por la víctima”.
En Guerrero esta afirmación no puede estar más lejano de la realidad. Periódicos de corte izquierdista y defensora de libertad de expresión, son las principales vocerías del poder y reproducen la apología de la violencia.
Con jugosos convenios que reciben del Gobierno del Estado y de ayuntamientos, aniquilan la verdad y desprotegen a sus reporteros con bajos salarios. Pero, cuando se les cuestiona su quehacer periodístico se victimizan y acusan a los que no están de acuerdo con ellos de coartarles la libertad de expresión.
En la misma línea de Tiempo de saber, cito: “Calumnia el débil moral, al margen de su cultura o su sapiencia. Calumnia el vencido sin energía para un enfrentamiento real. A todos puede rondar en algún momento la idea de herir mortalmente a su adversario, pero si la calumnia nace en el ámbito presidencial, el delito alcanza todo su hedor”.
Este es la relación de periodismo que se ejerce en Guerrero, de ahí es importante analizar y cuestionar al semanario Trinchera sobre su origen y resistencia en un desierto donde lo único que se alcanza a mirar son animales venenosos.
Hace unos meses conocí a Ulises Domínguez Mariano. En aquel encuentro en el taller de ediciones Trinchera me contó la vida del semanario, le conté que soy estudiantes de la beca Prensa y Democracia de la Universidad Iberoamericana. Nunca fuimos amigos, supe de semanario Trinchera cuando ojeé el periódico e hice un comparativo con otros periódicos que se editan en Chilpancingo, la verdad no sabía categorizar la información y mucho menos entendía los géneros periodísticos, lo único cierto de todo esto, es que, en el primero encontré historias de la comunidad, de los actores sociales y la forma como abordan los derechos humanos, ese es el valor de periodismo, mientras que el periódico más leído por la clase política lo vi convertido en mercancía.
Mientras Ulises bebía su mezcal hablamos de periodismo y el papel del periodista, de hecho, me recomendó lecturas sobre periodismo en México y América Latina. Entre las preguntas inquietantes sobre la relación del periodismo con el poder, así como la ética periodística en la actualidad.
El 30 de octubre de 2012, el semanario Trinchera publicó una crónica de Kau Sirenio en el que describe la relación de periodistas con el poder. Así como, el control que el gobierno del estado ejerce sobre línea editorial a modos. En lugar de cuestionar, solo reproduce la apología del poder.
El chayo nuestro de cada mes
Kau Sirenio
En la plaza circular del Palacio de Gobierno el sol hierve en el pavimento ese mediodía de principios de mes. El Asta donde la bandera ondea animada por un viento ligero se eleva majestuosa en el centro de la plancha de concreto. Equidistantes, a este mástil metálico sobresalen cuatro escaleras de la rueda que forman los siete edificios, uno por cada región del estado. Por una de ellas, la del edificio Montaña, empiezan a subir al primer piso decenas de hombres y mujeres que se dicen periodistas, rumbo a la oficina de Comunicación Social.
En poco tiempo es tal la multitud frente a la oficina del delegado administrativo, Arturo Morales, que parece una manifestación. Es el día de pago para aquellos medios impresos de Acapulco y Chilpancingo, sobre todo, llamados semanarios, pero que en realidad salen una sola vez al mes, nada más para facturar, así como de los reporteros sin salario.
En estos medios, de ocho páginas, o cuando mucho de 12, y con tirajes que no superan los dos dígitos, nunca se lee información de interés público, ya que se trata de ediciones domésticas a cargo de una sola persona, que recolecta boletines en las oficinas de gobierno o a través de Internet, y adereza su contenido con las columnas que de un tiempo a la fecha circulan por la red sus autores para que las publique quien quiera. En sus páginas, desde la portada, todo es “El gobernador entregó… El alcalde inauguró… El diputado gestiona…”.
-¿Qué, ahora sí van a pagar? –presionan a Arturo Morales, conforme van llegado.
-Eso estamos viendo, líder, aguántenos tantito –contesta con prepotencia el funcionario.
Son los periódicos menos influyentes, los que nadie lee a pesar de que llegan gratis a los escritorios de las oficinas gubernamentales, pero sus dueños se asumen como auténticos representantes del cuarto poder, y exigen. Molestos porque los citaron al mediodía, y a media tarde aún no les resuelven, aunado a que desde dos días los atraen vuelta y vuelta, deciden tomar la Dirección de Comunicación Social, cuyo titular, Pedro Julio Valdez Vilchis, como de costumbre se encuentra fuera, reteniendo al personal dentro.
Enterado por alguno de sus colaboradores, Pedro Julio llama por teléfono a uno de sus colaboradores y pide que pongan al teléfono a Alfredo Barrera, dueño de un periódico de Acapulco.
-Si no retiran el plantón voy a mandar al Ministerio Público para que les integre averiguación previa –amenaza el funcionario.
–¡Órale, mándalo y manda también a los antimotines! ¡Como quiera no nos movemos hasta que nos paguen! –reta envalentonado Barrera– Sirve que sí se arma el desmadre y nos pagan más.
La presión surte efecto. Hasta la oficina de Comunicación Social llega la directora de Caja General de la Secretaría de Finanzas, Hortensia Ventura Aguirre, quien les promete que en ese momento se van a elaborar sus cheques. El plantón se disuelve cuando todos se van con la funcionaria a la oficina de ésta, donde los atiene el exalcalde de Copala, Javier González Guerrero, quien ahora es empleado de esta dependencia.
–Tengan lista la copia de su credencial de elector –indica Javier González a los “periodistas”.
Empiezan a pasar uno por uno, conforme les van elaborando el cheque de acuerdo a una lista que les proporcionó comunicación social. Una editora de la costa y la dueña de un diario modesto de Acapulco se desesperan al ver que pasa uno y pasa otro y a ellas no las llaman.
–Oye, ¿por qué no sale mi pago? –reclama uno.
–Porque no estás en la lista –revira el cajero.
Dueños del control, los periodistas no están dispuestos a perder una sola, y presionan para que se les pague a todos, lo que para satisfacción de los que no estaban contemplados logran.
–¿A qué hora me vas pagar, Javier? –pregunta altanera una editora de la costa.
–Sí va a salir tu pago, pero necesito copia de tu credencial de elector.
–Oye, pero ya nos tuviste aquí muchas horas desde la una de la tarde –insiste.
Tras la aparición de una lista con las supuestas cantidades que el gobierno del estado entregó a cientos de “periodistas” en diciembre, luego del asesinato de dos normalistas de Ayotzinapa en la Autopista del Sol el 12 de diciembre de 2012, entre el gremio se soltó el chacoteo. “Apareciste con 30 mil… Oye, fulano, te dan 10 mil…”, se dicen unos a otros.
–Sí, es un desmadre –confirma la editora costeña–. Ahora todo mundo es periodista. Hay de todo: taxistas, lavacoches, taqueros y hasta vendedoras de perfumes. Y a todos les dan.
–¿Cómo cuántos se forman para cobrar? –Quiere saber el reportero.
–De Chilpancingo son como 80 y de Acapulco, como 70.
–Y ¿cuánto les dan?
–Depende. Hay unos que yo creo que son mayates, porque ni sacan su periódico y les dan 30 mil, más que a muchos corresponsales nacionales. Pero por lo regular a los semanarios nos dan 10 mil o cinco mil al mes; a los gárgolas les dan como 30 mil.
–¿Quiénes son los gárgolas?
–Según los chingones: los corresponsales de medios nacionales y los cuates de Aguirre.
Uno de estos editores que no cursó ni la secundaria y que imprime menos de 20 ejemplares de su revista con la impresora de su equipo de cómputo, reprocha:
–¿Quién entiende a los compañeros. Cuando Zeferino, se enojaban porque no daba, y ahora se enojan porque papa Layo sí da.
–¿A poco si les dan a todos? –Se le interroga.
–Sí –contesta con su acento costeño–. Si Ángel Aguirre es re’buena gente. No les da las nalgas porque ya sería mucho. Mira mientras tú publiques, Comunicación te paga.
En efecto, en la lista que se filtró a varios reporteros, aparecen desde algunos diarios considerados serios, hasta reporteros de esos mismos diarios y columnistas, hasta los semanarios que salen una vez al mes, así como jefes de oficinas de prensa de las dependencias del Gobierno del Estado, y los taqueros, choferes y vendedoras de perfumes a los que se refirió la editora.
Periodista suspicaz, Ulises Domínguez conserva las ediciones impresa y digital de semanario Trinchera. El periódico que dirige es un referente en Chilpancingo, por lo menos el contenido: reportajes, crónicas, entrevistas, artículos de opinión, columnas, cartones y la sección de cultura.
Le pedí que hablara de los reporteros que escribían en las páginas del semanario Trinchera, algunos de ellos ahora escriben en periódicos de la Ciudad de México. David Espino, Jesús Guerrero, Zacarías Cervantes, Vania Pigeonutt, Margena de la O, Marlén Castro, Arturo de Dios Palma Ocampo, Eduardo Añorve Zapata y Kau Sirenio.
Así lo cuenta Ulises
El periódico Trinchera se fundó en 1974, en la Ciudad de México. Lo fundaron un grupo de maestros inquietos e inconformes, críticos del sistema. Lo fundaron para desahogar sus inconformidades. Mi papá lo encabezó, se organizaron más o menos bien, todos eran maestros.
Todos tenían ingreso, eso le facilitó, a lo mejor hacer periodismo crítico y ellos armaron ese proyecto, incluso tenían oficina en el centro de la Ciudad de México, concretamente frente del Palacio Nacional. Desde la ventana del pasillo donde estaba el despacho del cuarto piso, se veía el Zócalo, ahí tenía sus oficinas el maestro que lo fundó, nadie era periodista, nadie era reportero, no hacían reporteo, hacían más opinión.
Con el sismo de 1985, el edificio sufrió daños en la estructura, por eso no pudieron ocuparlo. Entonces mi papá aprovechó para regresar a Guerrero en ese año, desde acá seguía con el periódico. Soy muy honesto con estas cosas y no las oculto, mi papá se movía en el esquema de los convenios con los gobiernos municipales, con algunos gobiernos estatales, incluso en aquel entonces supongo que era mucho más fácil porque incluso había algunos convenios hasta con el Gobierno Federal. Mi papá se llama Manuel Domínguez Jaime, es el director fundador de Trinchera.
Era la época de Carlos Salinas de Gortari. Las organizaciones indígenas en la Montaña, Guerrero preparaban caravana a la Ciudad de México en apoyo al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Mientras que la efervescencia electoral se sacudía por el magnicidio de Luis Donaldo Colosio Murrieta el 23 de marzo de 1994 en Lomas Taurinas, Tijuana. Se asomaba una crisis postelectoral, cosa que no ocurrió.
Para 1994, con 33 años de edad, tenía la inquietud de salir de la Ciudad de México, de regresar a Guerrero porque la verdad me resultaba un poco pesado vivir en la Ciudad de México, desplazarme de donde vivía en Cuautitlán Izcalli, Estado de México, por la salida a Querétaro, hacia mi trabajo en Mixcoac.
Estudié arquitectura y trabajaba en una subdirección en el gobierno del instituto federal que era de sitios de restauración en el Centro de Histórico y sitios patrimoniales… yo trabaja ahí.
Un día encontré a mi papá en la casa de mi mamá, le plantee que quería regresar a Guerrero, quería saber si él podía conseguirme un trabajo acá, soy arquitecto y me dedicaba a la arquitectura. Él me dijo: “Si quieres ir vete y me ayudas en el periódico”, le dije que no. Porque eso del periódico no le sé. Qué es eso del periódico, soy de arquitectura y no de periodismo.
Me explicó: “Mira es muy fácil, se rige en el esquema de los convenios”. Él, lo veía como una chamba, pero finalmente le dije que sí, me vine en 1994. Las primeras tareas que me encomendó fueron de ir a cobrar unos convenios en la Costa Chica, porque él vivía en Tierra Caliente, en un pueblito que se llama El Naranjo, municipio de Coyuca Catalán.
Con las protestas en las calles de Chilpancingo y en las principales ciudades del país, los medios de comunicación guardaban silencio de lo que ocurría. Los periódicos locales solo reproducían los boletines que les enviaban desde las oficinas de Comunicación Social del Gobierno del Estado.
“El periodismo es una forma de comunicación social a través de la cual se dan a conocer y se analizan los hechos de interés público. Sin el periodismo, el hombre conocerá su realidad únicamente a través de versiones orales, resúmenes e interpretaciones históricas y anecdotarios”, escriben Vicente Leñero y Carlos Marín en el libro, Manual de periodismo.
El vacío de un periódico crítico en Guerrero generaba más caos, lejos de generar condiciones para sus lectores, reproducía confusiones. A pesar de que el estado, apenas salía de sus convulsiones por las desapariciones forzadas durante la Guerra Sucia y se asomaba el talante autoritario, por el triunfo electoral de Rubén Figueroa Alcocer.
Los periódicos: El Trópico en Acapulco; Novedades de Acapulco; y El Sol de Acapulco, solo reproducían en sus planas las bellezas del Paraíso del Pacífico. Acapulco. Pero de la Sierra y Montaña de Guerrero, eran temas desconocidos. Los medios locales de Chilpancingo estaban más alejados de la información en sus contenidos.
El periodista polaco Ryszard Kapuściński señala en su libro Los cínicos: “Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante”. Si bien es cierto que el 1 de mayo de 1992, nació en Acapulco el periódico El Sur, en sus inicios tenían propuestas periodísticas aceptables, pero conforme obtuvieron convenios con el Gobierno del Estado y Ayuntamientos, desaparecieron en sus páginas las columnas vertebrales del periodismo: Reportajes, Crónicas, Entrevistas y Columnas. Ahora solo reproducen el “dijonismo”.
A pesar de que el semanario Trinchera, buscaba crear en la conciencia colectiva de Chilpancingo, Guerrero, un periodismo cercano a sus lectores, no lo conseguía, porque su director fundador aún no definía su narrativa.
Ulises Domínguez citó más de una ocasión a Gabriel García Marques: “La mejor noticia no es siempre la que se da primero, sino muchas veces la que se da mejor”.
La cita del editor del semanario Trinchera define el contenido. En cada edición se encuentran las noticias que ocurrieron semanas antes, pero la forma en que se narra hace que sea la mejor información que se puede tener para entender los hechos.
A finales del 1994, dije, sí quiero dedicarme al periodismo, pero de otra forma, como más periodística y me vine a principios de octubre de ese año. Así empecé a trabajar en eso de los convenios, porque ya estaba casado, tenía dos hijos, los tenía que mantener.
De entrada, lo vi como una chamba, pero a mí la verdad, no me gusta hacer las cosas al aventón. A principio le pregunte a mi hermana que estudiaba periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), creo que la carrera se llama: Periodismo y comunicación colectiva, no era Ciencias de la Comunicación. Le pregunté sobre periodismo, de ahí me involucré en el asunto del periódico con mi papá.
Más o menos sé redactar, pero le pedí a mi hermana que me recomendara algunos libros, ella me trajo El manual del periodismo que en ese entonces era coautoría de Carlos Marín y Vicente Leñero. Es el primer libro que me chuté, ahí aprendí las cinco preguntas: ¿Cuándo?, ¿Quién?, ¿Cómo?, ¿Por qué?, más bien a las preguntas hay que darles respuestas y aparte me fijaba en los medios, principalmente en La Jornada.
Con el afán de mejorar le cambié el formato de cabesal, cuando se fundó la palabra Trinchera lo pusieron en perspectiva, la idea es del centro hacia arriba hacia los extremos, arriba tenía un slogan que decía Trinchera Defensa y orientación del pueblo, ese era el lema de Trinchera. En el recuadro donde estaba la palabra Trinchera tenía libros: uno era la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, otro era la Ley Federal del Trabajo. Ahora tiene diseño más estático con tipografía y algunos elementos para que se vea más estético.
Trinchera, empezaba a crecer, no con los lectores, sino en calidad de información periodística. La llegada de nuevos reporteros robusteció el contenido. A pesar de que algunos periodistas escribían en los medios de circulación estatal, tenían problemas con la redacción. Sobre todo, cuando escribían crónicas o reportajes.
“El semanario Trinchera, lejos de ser una empresa donde los reporteros tendrían que cumplir con la cuota de cinco notas diarias, como se lo pedían el diarismo. La pequeña redacción que a vece se movía en los cafés, era prácticamente una escuela. Varios compañeros han ganado premios y se insertaron en medios de la Ciudad de México, pasaron en el semanario”, compartió Kau Sirenio en una entrevista.
Ese cambio tan simple atrajo la atención de algunos reporteros de Chilpancingo, en aquel entonces me preocupaba que por lo menos en la portada apareciera una nota de interés general. Ahí empecé redactar mis notas, siempre ponía los convenios en interiores pero que no se resaltara en las primeras cinco páginas.
Algunas veces pasé a las oficinas de Comunicación Social porque ahí había máquinas de escribir y teléfonos que nos permitían hacer llamadas, no había celulares, apenas empezaban a llegar. En 1992 gente adinerada traían un celular, eran eso tabicotes. Cuando quería comunicarme con mi familia iba en Comunicación Social, agarraba los teléfonos.
Ahí fue donde conocí a los reporteros, te voy a decir los nombres: Rogelio Agustín era un muchacho que todavía estaba en la escuela aún no egresaba, pero muy inquieto, muy movido, muy dinámico, muy hábil para comunicar. El hacia sus notas que se publicaban en el Sol de Acapulco y estaba en la radio. Un día me encontró en Comunicación Social cuando fui a dejar el periódico.
Me dice: “Oye, está muy bien tú periódico”, va gracias le contesté, luego agregó: “¿No quieres que te mande información?” Solo me limité a decirle que sí, mándamela, él fue el primer reportero que empezó a colaborar con información.
Diario buscaba darle formas al periódico, hacia mi nota de información, empecé a frecuentar más a Chilpancingo para conocer a más reporteros, en ese entonces se funda un periódico que se llama No que no, era un diario que salía de lunes a viernes; su director José Luis Gonzales conocido como Chocorrol, él logró convocar a un grupo importante reporteros entre ellos estaba Rogelio Agustín.
En 2010, el semanario Trinchera empezó a transitar de un periódico de convenios y recadero del poder, pasó a ser un referente para periodistas de la Ciudad de México. Con nuevos colaboradores: Rafael Solano, David Espino y Kau Sirenio y sus columnistas de cabecera, Apolinar Palacio Guarnero y José María Hernández.
A partir de esta metamorfosis, el semanario empezó a abordar con mayor rigor periodístico temas como militarización, pueblos y comunidades indígenas, desapariciones forzadas y los actores sociales tenían voces en las páginas de Trinchera.
Guerrero vivía su proceso electoral para elegir a gobernador del estado. Los periódicos tradicionales hicieron cobertura electoral al viejo estilo del régimen de los años 70. Mientras que la violencia se desbordaba en las calles de Acapulco y Chilpancingo.
El 12 de diciembre de 2011, estudiantes de Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa bloquearon la Autopista del Sol. Media hora después, llegaron policías estatal, federal y ministerial armados y sin protocolo de contención social para desalojar a los normalistas. El saldo fue de dos estudiantes asesinados.
La portada de los periódicos del día siguiente fue: “Enfrentamiento entre normalistas y policías estatal”, “Batalla campal en la Autopista del Sol”, aunque las condiciones de fuerza eran desiguales, no se puede hablar de enfrentamiento cuando los normalistas se defendieron con piedras y palos.
Trinchera salió con una crónica de David Espino: Los 11 cascajos que nunca existieron; y Kau Sirenio escribió Normalistas piden renuncia de Ángel Aguirre. Mientras que le editorial del semanario pidió justicia y esclarecimiento del crimen cometido en contra de los estudiantes.
La cobertura sobre el caso Ayotzinapa en Trinchera fue crucial para desmontar el discurso de odio que se generó en torno al movimiento estudiantil. Durante la movilización de los normalistas para exigir justicia por sus compañeros caídos en la Autopista del Sol, los periódicos locales solo reprodujeron boletines que salían de Comunicación Social del gobierno del estado.
Después vendría la tragedia que conmovió la conciencia nacional cuando la Policía Municipal de Iguala se vio involucrada en la desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa y asesinó a tres estudiantes y tres civiles el 26 de septiembre de 2014. Los enviados nacionales e internacionales documentaron los agravios en contra de los normalistas en las páginas de Trinchera.
Con una aceptación favorable, Trinchera se ubicaba como el periódico de consulta obligada para un reducido grupo de políticos que buscaba información con mayor rigor periodístico, pero el semanario enfrentaba otro problema, la distribución. En varias ocasiones los reporteros salieron a vocear, pero no lograron distribuir el número de ejemplares planteado.
Sin embargo, no todo fue miel sobre hojuelas, un año después vino la ruptura, un grupo de reporteras y reporteros que llegaron como colaboradores en el semanario empezaron a exigir transparencia en Trinchera aun cuando todos sabían que había un déficit.
La falta de ingreso se debía porque el director de Trinchera, Ulises Domínguez Mariano se rehusó firmar convenio con el gobierno en turno, para no comprometer su línea editorial, tal como se lo habían pedido un funcionario de la Dirección de Comunicación Social del Gobierno del Estado.
Los periodistas habían planteado que el director buscara convenio con los gobiernos municipales, así como se hacía años atrás. Como Trinchera no era una empresa en el cual podrían tener seguridad optaron por generar divisiones al interior del periódico hasta que abandonaron el único proyecto periodístico.
A 47 años de su aparición, Trinchera mantiene su línea editorial como lo concibió Ulises Domínguez y se insertó en la radio desde 2018, en la frecuencia 840 de Amplitud Modulada (AM) de radio Universidad Autónoma de Guerrero (XEUAG). Por ser un periódico independiente cuenta con su propio taller, en los últimos años ha editado y publicado más de diez libros.