Ignacio Manuel Altamirano Basilio: su pensamiento político

Por Boanerges Guinto Bernáldez
El hombre es él, su paisaje, su pensamiento y su amor por la Patria; es la suya la profesión, como quiere, Guyaou, más difícil del universo; es síntesis de la grandeza humana.
Y es que en verdad eso fue Altamirano, el hombre cuyo pensamiento rebasó lo ortodoxo de un liberalismo que fue más allá de las simples enseñanzas de los hombres letrados de la Francia culta; porque supo conjugar y hermanar el humanismo con lo radical de la corriente que un día Voltaire dignificara.
Como si la historia Patria fuera la cantera donde se funden las ideas, la memoria empolvada que guarda divergencias, que escoge pensamientos y que enseña al mundo la necesidad de cortar el velo que guarda el destino de un hombre que no sea el lobo del hombre, como decía Hobbes; esa historia es el rumor cierto en la que abrevaron los hombres de la reforma y en la que abrevan los hombres contemporáneos; y es que si la historia anterior al momento de Altamirano no nos enseñara la polaridad encolerizada de una monarquía ante una República, el antagonismo entre el siervo y el señor feudal, la disparidad del central y el federalista; sin todo esto no podríamos entender las fuerzas contrarias de los liberales, y de los conservadores, no podríamos asomarnos a las ideas que nutrieron a un Gómez Farías y a un Lucas Alamán; menos aun tendríamos la visión para distinguir la fuente redentora del ideal en Altamirano frente a un conservador como don Clemente de Jesús Munguía.
Por eso digo que el hombre es él, su paisaje, su pensamiento y su amor por la Patria.
El pensamiento político de Altamirano marca la culminación de una vida reflexiva, que se manifiesta en facetas múltiples desde la tribuna hasta la crónica, desde la novela al cuento. Cierto es que lo que caracteriza el pensamiento político de Altamirano es: lo liberal, lo radical que va más allá de lo ortodoxo y que rompe con la heterodoxia huraña y cerrada de un liberalismo inglés mediante otra característica de su pensamiento político: el jacobinismo exaltado.
Pero el pensamiento de Altamirano encuentra además un lenguaje universal para decirlo, no es el suyo un caudal de ideas que nacen de la nada; sino son producto precisamente de él, de su paisaje, de su estudio y de su amor por México.
Su pensamiento político se nutre de una enseñanza primaria: nace en una tierra donde la realidad se ve estimulada por el contexto histórico del siglo XIX. Ese pensamiento nítido y rebelde tenía que ser fortalecido y cimentado en ideas y de ello se encargó su maestro en el instituto de Toluca.
El hombre que levantó plegarias y se encendía en arranques de cólera: Ignacio Ramírez “El Nigromante”.
Empero, las ideas que son el marco de un pensamiento y de una doctrina, en Altamirano no quedaron ahí; no bastó la enseñanza de la realidad histórica, ni la del hombre de San Miguel “El Grande”, de enciclopédico saber.
Una de las formas que forjó casi en su totalidad el pensamiento político de Altamirano, fue la lectura. Ese lector que devora libros, que bebió la sabia enseñanza liberal a través de las obras que un día incendiaron a los hijos de la Galia.
La figura de Voltaire reflejada en su obra “Cándido”, mecerse al lado de la magia liberal que contiene “Emilio” y “El Contrato Social” de Juan Jacobo Rousseau; el “Novum Organum” de Francisco Bacon que a fin de cuenta será el creador de un método y teoría que acabó con las elucubraciones de la filosofía escolástica; esa es la materia viva que hizo de Altamirano un liberal más radical; ¿Su moralidad de pensamiento? Quizá de Plutarco en “Sus Vidas Paralelas”. ¿Su manera de argumentar? Sin duda la extrajo de Marco Tulio Cicerón y ¿su forma de satirizar a los hombres venales? Definitivamente de lo apólogos del fabulista Fedro.
¡Cuánta razón tenía Mariano Riva Palacio! al decir que en el instituto de Toluca se forjaban hombres sabios.
Sin embargo, Altamirano en su pensamiento político no solo expresa un sentir realista y un aprendizaje teórico, sino también es eco que comprendió el movimiento revolucionario de Francia. La Revolución Francesa forjó la conciencia del hombre y la educó para buscar su libertad, fue la escuela de nuestra independencia y de aquellos que como Altamirano defendían el ideal que un día la Asamblea Nacional de 1789 consagrara en la Declaración de los Derechos y Deberes del Hombre y del Ciudadano.
Francia, sus enciclopedistas y su revolución dan forma más acabada al pensamiento político y social del maestro. Todo ello, es materia que forjó el pensamiento político de Altamirano: su realidad histórica, su paisaje, sus maestros, sus lecturas y reflexiones en torno al movimiento que acabó con la Bastilla, nadie puede entenderlo si no se buscan las aulas que lo educaron.
Las expresiones del pensamiento político del hijo de los breñales del sur, se encuentran, creo yo, en todas las manifestaciones de su arte porque cada una es aportación al liberalismo que da garantías al pueblo.
Bien, como Orador desde la tribuna de los recintos parlamentarios en contra de la amnistía y en contra de Manuel Payno, ya como novelista, como cronista o como dramaturgo en plena juventud. Una de las formas en que Altamirano dejó sentir su pensamiento político fue como diputado y como crítico de la historia, donde afirmaba, siguiendo al “Nigromante” que la soberanía individual rechaza los dogmas, porque todo dogma es una voluntad ajena y toda soberanía quiere ser independiente.
Y tal pareció que era un pensamiento común de aquellos que en el vocablo “pléyade”, que un día llegó a ser clásico, admiraron a la Revolución Francesa y crearon la Constitución del 57.
Altamirano “el hombre político” hizo del laicismo una razón de Estado y base de su pensamiento.
Altamirano no se quedó en el análisis abierto y exento de filosofía, sus ideas definieron en el contexto político a la guerra de independencia como una lucha de clases que fue más allá de los límites que quisieron imponerle sus iniciadores y su juicio político formulado en torno a la Constitución de 1824 como un documento en que se dan por legítimos los privilegios de las clases dominantes y se desconocen los derechos de la Nación como todo.
Así los principios políticos de un Altamirano que representaba una filosofía social moderna que tuvo como forjadores a Ocampo, a Ramírez, a Guzmán y a Zarco, no podían oponérsele los principios retrogradas de la antigua monarquía o las meticulosas máximas del partido moderno, siempre amante de las transacciones con el sistema rutinario.
Víctor Hugo, uno de los románticos franceses dijo que “el romanticismo no es más que el liberalismo en literatura”, por eso Altamirano es poeta romántico fue liberal hasta en sus creaciones literarias, porque todo liberal es romántico y todo romántico –dice Muñoz Cota- es un revolucionario.
Este es el pensamiento político del más ilustre bardo de Guerrero, del creador de la figura de Rosas Moreno, de Manuel Acuña y de Gutiérrez Nájera, de poeta que es el alba de las vasos comunicantes de Darío y de Nervo es el liberal y el jacobino que fue como cantar el verso Díaz Mironiano: “una unidad esplendida y bruñida que constituye el mérito más alto de un libro, de un diamante y de una vida”.
La permanencia y la vigencia del pensamiento político de Altamirano no está a discusión ni a debate que se extinguen en el aire, es un pensamiento que al lado de la obra de Juárez, de Lerdo de Tejada, de Iglesias, de Prieto y de Ocampo marcan la reforma y la Segunda Independencia de la Patria.