Cultura

«Odisea», exposición efímera de una alegoría de los derrumbes

«Odisea», exposición efímera de una alegoría de los derrumbes
  • Publishedfebrero 2, 2022

Por Jorge Nava

Una edificación de un Acapulco de otra época.

El peón está de espalda, yace arriba de una pared, usa una playera verde con la palabra Dabet (nombre de una constructora), usa una gorra color azul, gafas negras, es de piel tostada. Sujeta un marro, lo impacta una y otra vez sin cesar; el sonido es estridente y con las notas de música de los 80 de un puesto informal en la calle Mina, precisamente, en el corazón de la zona Centro de Acapulco, los cláxones de automovilistas, es paso a una pieza sinfónica caótica.

Y quizá esta es una de las esencias de lo que va Odisea:

Memoria antípoda de una caída

Lucía R.

En la segunda semana de enero se derrumbaron dos muros del segundo piso de Demina.

Esta instalación son notas, recuerdos, anécdotas y como toda memoria, una ficción acerca del derrumbe.

Acerca de todos los derrumbes

Camina

Escucha

Si quieres dejar algo,

Déjalo

Si quieres mover algo,

Muévelo

Escombros apilados, tela de tul como si fuera una telaraña, columnas de varillas, una grabadora reportera colocada en otro montículo de donde sobresale una columna de varillas que es rematada con bolas de tul.

Lucía Rodríguez explica que en su instalación dio la libertad al espectador para interactuar con la misma, transformarla, recrearla desde su perspectiva; de hecho, un día después de que fue inaugurada Odisea, descubrió modificaciones en el espacio, reveló.

Esta obra se une a murales desarrollados por Luis Vargas Santa Cruz, Annia Barraza y Manuel Maciel Campos, o a una pieza sonora intervenida por Mario Alberto Bravo, al igual que performance y música. Todo como parte de la reinaguración de Demina, Laboratorio de Artes, ubicado en la esquina que forman las calles Mina y Velázquez de León.

El lunes pasado se acudió a visitar los restos de algunas obras todavía vigentes, pues iban a ser destruidas. Del ejercicio, podías elaborar diversas lecturas: un Acapulco sumido en la incertidumbre relacionada con la pandemia por el Covid-19, la pérdida de un ser querido por la enfermedad, la perpetua violencia; un caos que parece no tener fin, alegorías de la destrucción o como lo marcan la artista Lucía Rodríguez o Luis Vargas, que al final todo es efímero.

Vargas explicó que el sitio fue afectado por el terremoto del 07 de septiembre de 2021, por lo que la coordinadora del lugar y creadora visual Jeanette Rojas Dib formuló la propuesta de que el espacio fuera intervenido con obras que serían derruidas.

No hubo indicaciones de qué hacer, salvo que crearán, el resultado fue no sólo que artistas acapulqueños convivieron con artistas de la Ciudad de México: Lucía Rodríguez y Mario Alberto Bravo, sino que se conjugarán visiones sobre lo que les representaba derrumbar muros.

Luis Vargas es uno de los responsables de documentar el proceso de devastación de las obras, que con videocámara en mano capturó el proceso en el que trabajadores de la construcción se apremian día a día a demoler y volver a reconstruir las paredes que fueron corteadas por el movimiento sísmico.

Brindemos por los que durmieron y ya no despertaron…por los que se murieron soñando en un mundo mejor…

Niño!!…

Reza una frase escrita sobre una tapa de wc inservible y vieja.

En su obra Lucía Rodríguez buscó establecer un diálogo para que el espectador o espectadora jugara, pues se está habituado a que en una exposición no puedes tocar ni puedes acercarte al objeto y lo cambies.

Reflexionó respecto a la idea de que todo se puede crear en un segundo.

En su caso anotó que elaboró un disfraz del derrumbe.

Hizo la diferenciación entre su intervención y la pieza sonora de Mario, pues dijo que en el segundo caso la obra perdura en su pureza.

Luis Vargas, que elaboró un mural al óleo titulada Ánacrona: intermitencia, ausencia y percepción, con influencias del expresionista abstracto estadounidense Jackson Pollock titulado 1943 o La Marcha de la Humanidad del muralista mexicano David Alfaro Siqueiros.

Tanto Luis como Lucía dijeron que sus ideas no eran auténticas, sino que ya hay experiencias en el mundo del arte con ejercicios como estos.

En el caso de Luis su obra establece un diálogo en el que personajes femeninos y masculinos desnudos te observan todo el tiempo, a su vez, miradas lascivas, de ira, de miedo, de placer, rostros sin ojos, rostros sin esperanza, de miedo, compasión o que te juzgan.

Sobre el ejercicio, Vargas comparte que sí hay dolor de perder la obra, sin embargo, también tenía claro, que es efímera.

«Cuando amas tanto el arte, que llevas todo al límite para encontrar un proceso lleno de dolor, sudor y muchas emociones», compartió Vargas en sus redes sociales después de que la pared donde pintó su mural fue demolido.

Y explicó, «de la serie: Demolición; llega un discurso de lo efímero, del vacío, de la humanidad y su relación con lo que se derrumba, de lo que cae y lo que sigue después, para convertirse en algo distinto. Esto es lo que soy. Cada piedra, cada pedazo de piel de pintura desgarrada del muro. Y sí, una de las obras más importantes de mi vida. Y en qué momento. La pieza se convierte en varias más. Y tienen energía muy positiva, de cambio, de transición».

Annia Barraza elaboró un mural al que título Regresa… a la Tierra, donde un par de manos, una de color tierra precisamente, con heridas cicatrizadas sujeta a otra que es verde con ramas y hojas creciendo por todos lados.

En tanto Maciel, recurrió a recortes del periódico impreso El Sur, que podías observar si te acercabas demasiado a su obra. Leías titulares como Las carencias en cultura en Guerrero sigue como en los años 80, lamenta el bailarín Serafín Aponte, A cien días del nuevo gobierno en Huamuxtitlán se integra la policía preventiva municipal, u otras notas periodísticas versaban sobre la violencia…y donde finalmente la base abría paso a rostros amorfos en colores rojo, gris plomo.

Remató con otro rostro humano más definido que te miraba fijamente con templanza.

El día de la apertura, al entrar a Demina te encontrabas primero con la pieza sonora de Mario Alberto Bravo, donde el espacio de un monta carga el artista colocó su computadora, bocinas, veladoras entorno al sitio y unas escaleras que guiaba al siguiente nivel.

El sonido era introspectivo, entrar a tu mundo interior y el miedo que te genera encontrarte contigo mismo, el sonido de los marros a la pared, la caída de bloques, se ocuparon en su propuesta.

Algunos definieron la sensación de estar en el infierno.

Ya en el segundo nivel, te encontrabas con Memoria anticipada de una caída de Lucía Rodríguez, Ánacrona: intermitencia, usencia y percepción de Luis Vargas, así como los trabajos de Barraza y Maciel.

Según notas periodísticas, Maciel elaboró un performance donde presentó un personaje cubierto del rostro que se colocaba en diferentes posturas, con el que buscó establecer un diálogo entre el cuerpo y las imágenes de la pared.

En un tercer nivel, la terraza, donde se congregaron los asistentes y los artistas para la presentación de Sonido Mi Amor, Nat, Setti K y Otto, para cerrar la noche Salvador Perdomo con su proyecto Ficheras Take Over The Machines.

En el toquín también hubo instalaciones que tuvieron como base un par de puertas, a cargo de Lynette Castro, Karen Vázquez y Galy Vega.

Rojas Dib declaró a la prensa que después del cierre de Demina, Laboratorio de Artes, y un proyecto independiente, serán los artistas quienes definan el uso, en la idea de hacer comunidad, para que el lugar apoye en ideas, acciones, todo en torno al arte.

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