Editorial
2017: negro panorama
Si el 2016 fue un año excepcionalmente complicado, el 2017 no parece pintar mejor, sobre todo por la precaria situación por la que atraviesa la economía mexicana que parece ir de mal en peor, y el panorama no es nada halagüeño, pues pega directamente en el deterioro de la calidad de vida de la mayor parte de las familias guerrerenses.
Aunado a esto, la grave crisis de inseguridad tiene postrado a nuestro estado de Guerrero, donde el crimen organizado controla y domina en gran parte del territorio guerrerense, provocando una mayor condición de pobreza, y marginación de nuestros pueblos que día a día ven empeorar sus condiciones de vida.
Al cierre de esta edición, el valor del dólar superaba ya los 22 pesos, como muestra de la inestabilidad de nuestra economía y la fragilidad de la moneda nacional en la víspera de la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos.
El peso mexicano ha ido perdiendo terreno frente al dólar desde la víspera de las elecciones en el vecino país ante las amenazas del magnate de impedir el flujo de inversiones a nuestro país incrementando el cobro de aranceles a empresas norteamericanas que se establezcan en territorio mexicano, y de deportar a millones de compatriotas indocumentados.
Si la llegada de Trump a la Casa Blanca parece presagiar un mal momento para México, la situación interna que se vive en el país a partir del incremento superior al 20 por ciento en los precios de los combustibles, -gasolinas y diesel- que han detonado movilizaciones en todo el país, que se agrava con los saqueos a empresas establecidos en distintos puntos del país, pero además con la tozudez e insensibilidad del gobierno de Enrique Peña Nieto de sostener la medida aprobada por la Cámara de Diputados.
La liberación de los precios de los combustibles, -prevista para su aplicación en abril de 2018-, pero adelantada por mero cálculo político para su aplicación a partir del 1 de enero pasado, ha disparado la espiral inflacionaria que se ve reflejada en la escalada de aumentos en los precios productos de la canasta básica, y en el costo del pasaje del transporte público que golpea y afecta la de por si mermada economía familiar de los mexicanos y guerrerenses.
Sin duda, la medida gubernamental parece echar más combustible al fuego social que está prendido en una sociedad que está harta de vivir en una crisis económica permanente, donde las clases medias y bajas vienen pagando el costo del fracaso de las políticas neoliberales implementadas desde hace tres décadas y media en el país sin que se logren mejorar las condiciones de vida de millones de mexicanos que parecen destinados a vivir en la pobreza, y en pobreza extrema.
La gobernabilidad del país pende de alfileres, y en estados, como Guerrero, medidas tan arbitrarias impuestas por el gobierno federal, como el aumento al precio de las gasolinas, se convierten en una amenaza a la paz y a la estabilidad social. El encono social parece rebasar a la autoridad desde el 1 de enero, cuando surgieron los primeros brotes de inconformidad y las movilizaciones sociales amenazan con desbordarse por las condiciones de vida tan lacerantes de la población.
En Guerrero, el aumento al precio de las gasolinas tiene un mayor impacto negativo en la sociedad ya de por si empobrecida, y al borde del colapso económico por la presencia del crimen organizado que prácticamente tiene asoladas las principales ciudades del estado que han visto mermar y caer su planta productiva.
Por citar un ejemplo, el crimen tiene ahorcada y en agonía la economía del puerto de Acapulco, -otrora principal fuente de ingresos para el estado- se ha convertido en el paraíso de las extorsiones, con asesinatos todos los días, a todas horas, que alcanzan y afectan incluso la zona turística. El cierre de negocios ha provocado un panorama desolador que incluso impacta en la principal avenida turística del puerto y su periferia.
La situación que se vive en el estado es grave, crítica, y el panorama es desolador para los guerrerenses, que cada día ven empeorar las condiciones de vida. En Guerrero llueve sobre mojado. A las condiciones de pobreza y marginación que se viven, hay que sumar la compleja situación de inseguridad que ha provocado la militarización de todo el estado, donde prácticamente se vive un estado de sitio permanente y el Ejército mexicano en los hechos está a cargo de la seguridad pública.
Operativos conjuntos entre soldados, policías federales, estatales y municipales se aplican, pero los resultados son escasos. Las condiciones de seguridad no mejoran, sino por el contrario, entre los ciudadanos crece cada día el temor, el miedo y la zozobra por el desbordamiento de la violencia que afecta y llega a todos los sectores de la sociedad. La cultura de la muerte parece arraigarse cada día, mientras la paz se ve como un fruto más lejano de alcanzar.
En Coyuca de Benítez, puerta de la Costa Grande, no ha sido la excepción. El municipio ha sido clasificado entre los 50 del país con mayor incidencia delictiva que se ve reflejado en el incremento del número de homicidios dolosos; el gobierno con el propósito de revertir la grave situación que prevale ha militarizado el municipio ante la ineficacia de los cuerpos policiacos estatal y municipal.
Así comenzamos el 2017 en México y en Guerrero. Y como reza el dicho: lo que mal inicia mal acaba. Con todos estos malos augurios, en Costa Brava, revista de información y análisis, hacemos votos para que nuestros lectores y sus familias mantengan viva la esperanza de un mejor porvenir puede ser posible si todos y cada uno de nosotros aportamos y le abonamos con un granito de arena a la construcción de la paz dentro nuestra sociedad.
La promoción de los valores en las nuevas generaciones desde el ámbito familiar será indispensable para contrarrestar la espiral de violencia que se vive. Es tal, la descomposición que vive nuestra sociedad, que el crimen ha logrado permear a casi toda nuestra estructura social. Ahí radica el reto si queremos modificar y mejorar nuestro entorno, de lo contrario, el deterioro irá en aumento.
