Productores de sal de San Jeronimito piden a Segalmex que adquiera su producción

Texto y fotos: José Miguel Sánchez
«Sin sal no hay comida», dice Lázaro Fierro Meza mientras trabaja en su finca de sal en los alrededores de San Jeronimito, municipio de Petatlán, en la Costa Grande de Guerrero, quien junto con otros 75 productores y socios organizados en la Cooperativa de Productores de Sal de Jeronimito esperan cerrar un trato con Seguridad Alimentaria de México (Segalmex) para venderles 4 mil toneladas de sal y garantizar en acuerdo que les beneficie a ambas partes.
El presidente de la Cooperativa, Irving Rodríguez Salas, que ya es parte de la tercera generación de productores de sal, gestionó y organizó a los socios para negociar con Segalmex la compra de su producción.
Esto porque escuchó en las conferencias matutinas del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, que al campo guerrerense se le tiene que dar todo el apoyo y comprarle lo que producen.
Fue así que en marzo se acercaron con la subgerente de la unidad operativa Diconsa-Guerrero, Mirna González Rojas para vender la sal a Segalmex.
En la bodega de la Cooperativa tienen ya recolectadas 4 mil toneladas de sal que esperan ser vendidas a Segalmex, lo único que esperan es la respuesta de González Rojas para vaciar su bodega que ya lucen abarrotadas.
Los costales de sal ya no entran en la bodega, por lo que el patio y galeras de las oficinas de la Cooperativa ya están llenos; tuvieron que improvisar sobre la carretera federal Acapulco-Zihuatanejo un espacio para almacenarlos.
«Nosotros tenemos palabra, le dejamos de vender a los intermediarios y acaparadores para poder tener una reserva y ofrecerle a Segalmex, por lo que llevamos dos meses sin vender y guardando todo en espera de que se haga el negocio», dijo Rodríguez Salas.
Las negociaciones continúan pero mientras esperan no han vendido su producto, por lo que si no se cierra el trato pronto empezará a mermar la economía de los socios y de las 400 familias que viven de la producción de sal.
Rodríguez Salas llamó al titular de Segalmex, Leonel Cota Montaño, a que los voltee a ver, a no dejarlos solos y hacer que el presidente López Obrador cumpla su promesa.
“El presidente de la República dijo que se tenía que apoyar a todos los productores, pero especialmente a los productores de Guerrero», dijo Rodríguez Salas.
Para Rodríguez Salas el trato con Segalmex es solo el comienzo de un proyecto que vislumbra para que toda la comunidad de beneficie de la producción de sal.
Con un comprador seguro y formal como Segalmex, Rodríguez Salas asegura que más personas van a dedicarse a recolectar sal, y entre más cantidad habrá mas empleos para apoyar a los jóvenes.
«Lo que queremos es producir a granel y empacar en lo que ahorita es la bodega, eso detonaría el empleo y nos pondría en el radar nacional».
La Cooperativa y sus números
La Cooperativa está legalmente constituida desde 1942, y producen, a través de una concesión por extracción de minerales, otorgada por el gobierno federal, 10,000 toneladas de sal por temporada.
La concesión esta vigente hasta el 2049 y es para aprovechar 875 hectáreas de terreno, y de acuerdo con Rodríguez Salas, la Cooperativa es la principal productora de sal en Guerrero, por extensión y tonelada.
Colima es el principal productor de sal a nivel nacional, de acuerdo con dato del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), en 3,500 hectáreas producen hasta 39,000 toneladas al año, números muy alejados de los de Guerrero.
Para Rodríguez Salas la disparidad en los números es por falta de atención institucional a los productores, «desde que existe la Cooperativa son contadas las veces que el gobierno nos ha apoyado, a veces el estatal nos apoya con créditos, pero al final tenemos que pagarlos y solo se recupera la inversión, pero de que podemos hacer esto en grande podemos, tampoco queremos todo gratis, lo que queremos es trabajo y que se vea que en Guerrero se producen cosas de calidad».
En una de las paredes de las oficinas de la Cooperativa hay un gran documento enmarcado en un rectángulo; ese documento es la certificación de la Secretaría de Salud federal en la que da fe que la sal producida en San Jeronimito contiene los nutrientes necesarios y es apta para el consumo humano.
EL kilo de sal, de manera directa, los productores lo venden a seis pesos, 300 pesos la costalilla o a 6,000 pesos la tonelada.
Con Segalmex esperan un trato mínimo de vender 1,500 toneladas, «si puede todo mucho que mejor, para eso estamos listos», menciona Rodríguez Salas.
Lázaro, el hombre que hace posible la sal en nuestra mesa
Lázaro, todos los días, desde hace 40 años, se levanta a las cuatro de la mañana, se toma una taza de café y sale de su casa en el poblado de San Jeronimito hacía las fincas de sal, en un trayecto que le toma unos veinte minutos.
La rutina de Lázaro no es muy diferente a la de los otros 76 productores que están organizados en la Sociedad Cooperativa de Productores de Sal de San Jeronimito y que recolectan el condimento en un terrero de 876 hectáreas, ubicado entre San Jeronimito y las costas del municipio de Petatlán.
La historia de Lázaro en la producción de sal se remonta 40 años atrás, en 1980 regresó de Estados Unidos a su natal San Jeronimito, en la Costa Grande de Guerrero, no había fuentes de empleo y su único patrimonio era una camioneta con la que empezó a trasladar a los trabajadores a las fincas de sal.
«Una persona de los ocho que comenzaron la Cooperativa que ya murió me dijo cómprate un finca yo se que tu la haces, y gracias a ese señor me pudieron fiar una y la compre y ahí vi que era negocio», contó Lázaro desde su finca de sal.
A los terrenos en los que se produce la sal le llaman fincas, las cuales se extienden por 876 hectáreas.
Antes de los años 2000, en estás fincas es donde se comerciaba de manera directa con la sal, Lázaro recuerda que el trueque era muy común entre los productores y los clientes.
«Venían aquí gente de todos lados y trían para cambiar por sal sandias, frenos de caballo, carne, maíz, melón, cobertores, ahorita ya no es común pero si alguien viene así le cambiamos no hay problema», comenta Lázaro.
Con el paso del tiempo intermediarios y acaparadores llegaron a comprar todo el producto, lo que en un principio a los productores les pareció buena idea por la facilidad de vender, con el paso del tiempo se dieron cuenta que solo malbaratan su sal.
Casos como el de Lázaro se repiten en los 76 socios productores de la Cooperativa.
Arturo Sotelo Romero es otro socio productor que desde hace 40 años se dedica a la sal, hoy, a sus 75 años, sigue activo en la Cooperativa; produce sal y es parte del Comité de Vigilancia.
«La receta es comer todo lo que nos da nuestro alrededor, yo vivía cerca del mar y comíamos todo lo que nos daba, camarón, pescados, animales silvestres comestibles, eso nos da fuerza», respondió Arturo al ser cuestionado sobre su edad.
Gracias a la producción de sal, Arturo saco adelante a sus 11 hijos y seguirá en el oficio hasta donde, reconce «más pueda», aunque su humor, fuerza y ánimo no decaen.
Lázaro y Arturo son de la segunda generación que producen sal en la Cooperativa, antes de ellos están los fundadores, y actualmente una tercera generación ya trabaja en las fincas de sal y pretenden llevar el negocio a otro nivel.
La sal que producen en San Jeronimito conserva las formas de extracción más tradicionales, lo que da como resultado un producto artesanal y orgánico.
Eso es lo que más orgullo les genera a los socios de la Cooperativa.
El proceso es por temporal, en época de sequía, de noviembre a mayo la laguna se seca y es en esa zona donde produce.
El agua que se obtiene del subsuelo de los terrenos salitrosos que dejó la laguna, de ahí se hacen pequeños pozos o norias de donde es extraída y enviada a estanques, que son piletas rectangulares con medidas aproximadas de siete metros por cinco de largo, pero varia según la experiencia y tecnicas de cada productor.
Todo esto es de manera artesanal, el pozo y las piletas son de tierra, no hay concreto ni algún material ajeno.
En las piletas “ el solo y aire separa lo dulce de lo salado», y después de un par de días se bombea a las eras, que son pequeños cuadros, de poca profundidad en los que se almacena el agua salada y en un lapso de tres a cuatro días se solidifican los minerales y se crea la sal de grano.
De ahí toca barrer la sal, con escoba y un jalador de madera se separa el sal con la poca agua quedó en las eras y se junta en pequeños montones al final de cada era.
Todo este proceso se repite semana tras semana por tres meses.
El trabajo comienza a las cinco de la mañana, porque «lo importante es ganarle al sol», dice Lázaro, y culmina entre las 11 y 12 del día.
En la tarde después de las cinco, regresan para otra pequeña jornada de trabajo y aprovechar los últimos rayos del sol.
Está dinámica es así por sería imposible trabajar bajo el sol del medio día en esta zona costera de Guerrero, en las temperaturas pueden alcanzar los 35 grados y un sensación de humedad de 40 grados.
«Muchos dicen que los costeños somos flojos, pero no, flojos son los que dicen eso, si me vienen a ver a las 11 o 12 en mi finca yo ya estoy en mi hamaca descansando, porque ya trabajé desde la madrugada, cuenta Lázaro.
Después de juntar los montones de sal, en una carretilla que tiene que ser plástico para que no se oxide, juntan una gran montaña de sal, donde ahora tiene que venir el empacado.
Con costalillas al hombro, pala y una gran aguja, comienzan a empacar la sal en las costalillas, de ahí se carga a las camionetas y salen para distribución, o en este caso al almacén en espera de que Segalmex compre el producto.
A finales de mayo, con las primeras lluvias, el nivel del mar sube, entra a la laguna de San Jeronimito y lo que por seis meses fueron fincas para la producción de sal se convierten en manglares.
Estará así otros seis meses, tiempo en el que los productores o salineros, como también se les conoce, se dedican a otros oficios, algunos son herreros, mecánicos, carpinteros, albañiles y otros, con una buena administración viven de la venta de sal.