Equilibrio catastrófico
Zapata 21
I
Hay que familiarizarse con el término porque es posible que lo escuchemos muy seguido a partir de ahora. Es una posición militar que equivale al empate en el ajedrez; no a cualquier empate, a uno donde alguno de los jugadores tiene una ventaja muy grande en material pero por alguna razón no puede consumar el jaque mate; enumero dos de esas posibilidades: el jaque perpetuo sobre el rey que tiene mayoría de piezas en el tablero, el mate ahogado de un rey al que no le quedan movimientos legales pero que tampoco es dominado en la casilla que permanece.
La historia guerrerense tiene varias situaciones de equilibrios catastróficos. La región fue durante mucho tiempo escenario de la lucha entre el imperio mexica (o, mejor dicho, la Triple Alianza que encabezaba) y el purépecha. Después de muchas incursiones militares, los ejércitos aztecas nunca pudieron dominar al pueblo asentado en lo que ahora es Michoacán. A su vez los purépechas hacían continuas incursiones por lo que ahora es la costa grande y por la tierra caliente, en busca de oro y algodón. Un siglo antes de que llegaran los españoles estaba este empate militar, así que los ejércitos combatientes habían desarrollado formas, bastante sofisticadas para su tiempo, para mantener esta situación de equilibrio y convivencia. Los purépechas tenían un sistema de vigías cuyos primeros observatorios estaban instalados en el cerro del Tepozteco, a un lado de Cuernavaca ¡En las narices de sus aguerridos enemigos!. Cuando Eréndira, la princesa purépecha, venía a bañarse a lo que ahora es la playa de Las Gatas, en Zihuatanejo, su visita era precedida por una numerosa incursión militar.
Por su parte los mexicas pescaban en el mismo lugar para llevarle carne fresca a Moctezuma II, al que mucho le gustaba el arroj con pecao. Como los aztecas eran la potencia que tenía superioridad militar, instalaron varias fortificaciones en el trayecto y mantenían en la zona una importante presencia guerrera a través de contingentes acantonados en la ruta; el principal de ellos era el de Teloloapan. Esos agrupamientos no podían atacar porque cada vez que lo hacían eran despedazados por las defensas purépechas. La única posibilidad que tenía la Triple Alianza era formar un ejército muy grande y confrontar a los surianos con toda la fuerza que fuera posible reunir. Así lo hicieron varias veces en sus famosas ‘guerras floridas’, pero en cuanto estaban saliendo del valle de México las fuerzas purépechas disponían una serie infinita de emboscadas a lo largo de todo el camino; de tal suerte que si lograban tocar tierra michoacana el ejército regular de los que impropiamente llamamos tarascos los enfrentaban en batallas donde siempre salían victoriosos. Era un equilibrio catastrófico, un prolongado e inestable empate militar que duró más de cien años, hasta que llegaron los españoles.
Un equilibrio catastrófico tiene serias implicaciones económicas, militares y culturales. Una primera consecuencia es la desmoralización de la fuerza que ataca, que no alcanza a comprender por qué no puede lograr una victoria que parece al alcance de la mano; otra segunda es el enorme desgaste económico de ambos contendientes, que tienen que canalizar recursos que servirían para la producción al peligroso mundo de la guerra. Otra tercera consecuencia es la aparición de fuerzas independientes de ambos bandos que aprovechan la prolongada inestabilidad para establecer sus propias agendas. Tal fue el caso del reino yope en Guerrero, tribu que aprovechó el periodo de confrontación para hacer brillar su culturas y sus tradiciones; cuando el equilibrio se rompió con la llegada de los españoles, el pueblo yope se levantó matando a todos los peninsulares que vivían en lo que hoy es San Luís Acatlán. Después de esa matanza fueron perseguidos, diezmados y los sobrevivientes se aislaron en la serranía o se asimilaron a alguna otra tribu donde perdieron contacto con familia, cultura y tradiciones. Tal fue el fin de una de las tribus más misteriosas, al parecer era una de las siete tribus nahuatlacas que venían de Aztlán.
II
México nació como producto de otro equilibrio catastrófico. En 1820 los insurgentes han sido derrotados estrepitosamente en el centro del país, pero el ejército realista no puede exterminarlos porque se refugian en El Sur; en lo que ahora es el norte del estado está don Vicente Guerrero al frente de sus temibles pintos y en la costa grande es imbatible Juan Álvarez y sus famosos negros. La derrota militar del bando insurgente no se correspondía con una derrota política; al contrario, la causa de la independencia había ganado adeptos en Norteamérica y la misma España. Estados Unidos compró Lousianna y en Europa Napoleón III invadió España; las Cortes de Cádiz sancionaron en ese tiempo para España y para todo el imperio al municipio como célula primigenia de asiento de poder. Lo que antes era exclusivo de la península, se ampliaba como un derecho extensivo a toda la corona española.
El fino olfato político de Agustín de Iturbide pudo captar la dimensión de los cambios que estaban ocurriendo en el mundo y fue por ello que tomó la iniciativa de consumar la independencia de México, que nació como un imperio y con un emperador: el propio Iturbide. El abrazo de Acatempan es el sello mexicano a una situación de equilibrio catastrófico.
III
El más famoso equilibrio catastrófico contemporáneo fue el escenificado en El Salvador entre el ejército de ese país y la guerrilla del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN). Después de grandes ofensivas guerrilleras apoyadas por impresionantes movilizaciones sociales, de tomas de ciudades por un breve tiempo y de una intensa labor propagandística que le abrió espacios internacionales, el FMLN no pudo concretar la ofensiva final que varias veces anunció. Tomaba y mantenía bajo control por muchos días el barrio capitalino de Mexicanos, pero no lograba aplicar un plan para derrotar en forma contundente al ejército y tomar sus guarniciones.
El ejército tampoco pudo derrotarlos. En la parte más aguda de la guerra la gente pasaba por San Salvador y preguntaba al chofer del autobús qué eran las luces que se miraban en el cerro de Guazapa. ‘Son los campamentos guerrilleros’ respondía el chofer o alguien que sabía. Era increíble, el Guazapa es un cerro que tiene muy pocos árboles y donde abundan los pastizales; está pegado a la capital de la pequeña república centroamericana y tiene una altura menor al volcán de la Malinche, que divide a Puebla de Tlaxcala; sus estribaciones comienzan en el barrio urbano de Mexicanos, que era el corredor urbano-rural del FMLN.
Cuando se cansaron los mandos de la guerra de mirar todas las esperanzadoras luces nocturnas del Guazapa idearon un plan de largo plazo: mandaron a entrenar a Estados Unidos (¿A dónde más? ¿Qué otro país se entromete en los asuntos internos de todo el mundo?) un batallón de jóvenes soldados. Regresaron entrenados y con pertrechos sofisticados para la guerra, que incluían visores de visión nocturna. Al fin estaba cerca el fin del empate militar y una noche el batallón Atlácatl (que así se llamaban en honor a un combatiente indígena) incursionó en el cerrito de Guazapa. Logró entrar; no lo hubiera hecho, desde ese momento y hasta dos meses después no cesó el hostigamiento de la guerrilla, que los habría aniquilado de no ser por la oportuna intervención del ejército ¡de Honduras!; es decir, durante sesenta días los hicieron atravesar el país a punta de cachimbazos, hasta que entregaron sus armas al ejército hondureño (aclaración: cachimbazo es en Centroamérica la traducción de nuestro verbo nacional: chingadazo).
Después de la fallida incursión del Atlácatl en territorio liberado por la guerrilla, el gobierno salvadoreño se dio cuenta que no podría derrotarlos. Mientras tanto el desgaste político, económico y militar seguía; hay en el departamento de Chalatenango un gran puente que se conoce como ‘el puente de oro’, por lo que ha costado su reconstrucción; más tardaban en reinaugurarlo que la guerrilla en volarlo con cargas de dinamita; si lo tiró siete veces fueron pocas.
En el bando guerrillero también percibieron el empate militar. Sus brillantes estrategas calcularon todas las posibilidades y (como hizo Iturbide) analizaron el contexto internacional. El campo socialista se venía abajo, la Perestroika abría la frontera entre las dos Alemanias y Estados Unidos amagaba con renovar su poder hegemónico a escala planetaria con el proyecto ‘Guerra de las Galaxias’. Ambos bandos tuvieron razones suficientes para sentarse en una mesa de negociación, dialogar y firmar los Acuerdos de Chapultepec, que pusieron fin al prolongado conflicto militar en El Salvador. Dos décadas después, el FMLN ganó el poder por la vía electoral.
IV
Todo este repaso (que de seguro ya aburrió al lector@mable) es una introducción a nuestro tema. La aparición de un supuesto nuevo grupo guerrillero en Guerrero. ¿Cuáles son las posibilidades reales de un grupo, o de todos juntos, de hacerse del poder mediante una derrota del ejército mexicano? Ninguna, la diferencia enorme en material, entrenamiento, contingentes y capacidad de fuego no permiten siquiera avizorar una situación como esa.
Hay que hacer aquí una aclaración metodológica. El supuesto grupo que dio una conferencia puede ser una pantomima, los muchachos acudieron a la cita sin uniforme y con sus escopetas pichicheras. Pero ello no invalida el análisis; la guerrilla está ahí, aunque no dé conferencias de prensa y si no que alguien nos responda cuántos detenidos hay por las explosiones de ductos de Pemex de hace seis años.
Una vez planteado el desafío (que no es el caso, toda guerrilla se reivindica con su poder de fuego, no con su habilidad para emitir proclamas) ¿Puede el ejército mexicano y las fuerzas de seguridad derrotar en el terreno a estos grupos?. Sin duda puede en el mediano plazo pero con un costo político y moral que termina minando su espíritu de cuerpo. Una vez logrado ese objetivo de carácter militar más tardará el ejército en desmovilizarse que en volver a aparecer el fenómeno guerrillero. Entonces la derrota se convierte en victoria moral porque aumenta el reclamo sobre el desempeño de las fuerzas castrenses, que en este tipo de eventos tienden a violar masiva y sistemáticamente los derechos humanos y el Derecho Humanitario Internacional.
En Guerrero ya fuimos testigos de algo así; Lucio Cabañas se levantó en armas, desafió al ejército, al que le causó muchas bajas a pesar de la diferencia enorme entre una brigada de unos cuantos campesinos y la tercera parte del ejército mexicano, que estaba acantonada en Guerrero (el ejército era entonces de 67 mil soldados, en Guerrero estaban más de veinte mil en campaña). Casi medio siglo después puede evaluarse la percepción política, histórica y social de esos acontecimientos. Hace dos años el general Mario Arturo Acosta Chaparro fue asesinado en la ciudad de México. Ningún gobierno a los que sirvió como cancerbero se atrevió a mandar una línea a los periódicos lamentando su deceso; ni el de Guerrero, ni el de Veracruz, donde fue Jefe de Seguridad Pública, ni el gobierno federal y mucho menos el ejército lamentó públicamente el deceso de este personaje. Varios sujetos ligados a este militar terminaron indiciados como miembros de la delincuencia organizada.
Lucio Cabañas Barrientos, el derrotado de entonces tiene ya un monumento en el centro del municipio que lo vio nacer, ha sido tema de grandes novelas, estudios históricos, ensayos y miles de artículos que generalmente reivindican los motivos de sus luchas (aunque no compartan sus métodos). Muchos que militaron o simpatizaron con él han sido presidentes municipales, senadores, diputados, líderes sociales, empresarios, rectores de universidades públicas, escritores, periodistas y en general son personas que con su actividad diaria engrandecen a la patria. El personaje es tratado muy bien en corridos, relatos y testimonios de sus contemporáneos que hacen que finalmente concluyamos que el que perdió aquella guerra fue otro: el que fue abatido hace dos años sin ningún reconocimiento.
La victoria política de la guerrilla de los 70’ se expresa hoy en dos hechos contundentes: el Presupuesto de Egresos de la Federación para el año próximo tiene aprobada una partida ‘para resarcir a las víctimas de la guerra sucia’ que no han obtenido la reparación del daño que mandata la CNDH en su recomendación 26 del año 2001. El otro hecho incontrastable del triunfo de los guerrilleros de esa época radica en que en el acto donde se anunció el Plan Nuevo Guerrero, el senador Armando Ríos Píter dijo que ‘fue en estas tierras donde Juan Álvarez (hizo) un planteamiento visionario sobre el modelo de República que queríamos ser (y aquí) en estas tierras cafetaleras se cobijaron los anhelos democráticos de Lucio Cabañas’.
El discurso que citamos fue el oficial del acto en Casa Guerrero, con la presencia del presidente Peña Nieto y del gobernador Aguirre Rivero. El protocolo manda que el primer mandatario conozca antes del acto los discursos que serán oficiales. La expresión de Armando Ríos Píter debe entenderse como la decisión de Peña Nieto (ya apuntada por Julio Zenón Flores en un artículo reciente) de procurar que el estado de Guerrero siga gobernado por la izquierda; lo cual representa una lectura adecuada de la peligrosa coyuntura en que se desarrollarán las elecciones dentro de veinte meses.
Concluyamos: el ejército no puede obtener una victoria con los mismos métodos que lo hizo en la década de los 70’. Sus mandos, oficiales y miembros de sus servicios de inteligencia lo saben también. De hecho desde aquellos acontecimientos el ejército como cuerpo tomó la decisión de no repetir jamás una experiencia que lo llenó de deshonor y que lastimó a amplios sectores de la población. Por eso Acosta Chaparro, siendo teniente coronel, fue designado comandante del 68 Batallón de infantería acantonado en la Paz, Baja California Sur. Mirando el Mar de Cortés, el militar tenía a sus espaldas el desierto de Baja California y el de Sonora. Desde mayo de 1982 era un exilio pero no lo asimilaba. Quiso reivindicarse en 1990 con la publicación de un libro sobre la guerrilla, pero otra vez le respondió el silencio. Desde 1995 su hoja de servicios sólo dice: ‘asignado a la puerta uno del Campo Militar’. Estaba claro, el ejército nada quería saber de este personaje y tres años después allí en esa puerta fue notificado que iría preso y a juicio por delincuencia organizada y por lanzar al mar desde aviones Arava a más de un centenar de guerrerenses a los que había detenido y hecho desaparecer. Sólo dio dos pasos y traspuso la puerta que cuidaba, estaba preso en el mismo lugar donde torturaba a sus víctimas hasta la muerte.
¿Qué ha llevado al ejército a desmarcarse de algunas aventuras represivas? Por supuesto que no es una ocurrencia, en el fondo subyace la comprensión de que el fenómeno de la violencia política es sólo un síntoma de una violencia más atroz y cotidiana: las políticas económicas que lanzan cada día a cientos de familias mexicanas a la incertidumbre de la pobreza y el desamparo. Los mandos saben que nada pueden hacer frente a esta política que el ejército no diseña y que mucho menos aplica; por ello en los últimos tiempos realizan sólo una labor de contención y no de aniquilamiento de algunos contingentes que incluso han detectado y de los que mantienen un sutil seguimiento.
El ejército de hoy no es el mismo de hace medio siglo; cuando usted lea estas líneas en la 27 Zona Militar estará terminando un curso sobre Derechos Humanos que imparte el licenciado Ramón Navarrete Magdaleno, prestigiado primer visitador de la Comisión Estatal de Derechos Humanos. Aunque está mal que sea el de la pluma el que lo consigne, debo decir que desde hace algún tiempo he asistido a dar conferencias a instalaciones militares en donde no he encontrado ningún tipo de censura o cortapisas a mis argumentos; que han sido rebatidos con pasión, conocimiento y elegancia por algunos miembros del cuerpo armado, pero en quienes he encontrado siempre un público ávido de enterarse y dispuesto a reflexionar.
Cerremos este apartado: el ejército puede reducir a nada cualquier tentativa de desafiarlo, lo que no puede es hacerlo con pulcritud, respetando las normas internacionales sobre derechos humanos que nuestro país ya firmó y que forman parte (Artículo 1 de la Constitución) de nuestra carta magna.
V
El contexto de hoy tampoco es el mismo de los 70’. A nivel internacional México ya firmó todos los tratados internacionales sobre el respeto a los derechos humanos; el Derecho Humano Internacional rige en México desde febrero de 1981 (dos meses antes de que Acosta Chaparro dejara la Dirección de Tránsito y la jefatura de seguridad del estado).
En 1974 no se escribió NINGUNA crónica sobre los enfrentamientos entre el ejército y los guerrilleros. Hubo en aquel tiempo una censura y autocensura que debería avergonzarnos. Tuvieron que venir novelistas, escritores y reporteros de otras partes para que los guerrerenses se enteraran (años después de los hechos) de la barbarie que aquí se instaló. Dos datos ilustran este déficit en comunicación. ‘La guerra del fin del mundo’, la extraordinaria novela de Mario Vargas Llosa que narra el levantamiento de los yagunzos en Brasil, tiene en el centro de sus protagonistas a un reportero miope que es enviado desde Bahía a cubrir los acontecimientos (y al final de la obra nos enteramos que es él el que relata los pormenores de esa guerra). En ese tiempo estaban a cuatro años de que terminara el siglo XIX, mientras en México, en el ocaso del siglo XX ningún diario nacional o local se interesó por el tema guerrillero.
El otro dato proviene del libro ‘El último disparo’, del profesor atoyaquense Felipe Fierro Santiago, donde narra con extraordinaria precisión el momento en el que se da la noticia de la muerte de Lucio Cabañas y el presidente municipal, Silvestre Hernández Fierro, comisiona a uno de sus funcionarios para que atienda a los reporteros de todo el mundo que llegaban a Atoyac para cubrir la noticia. Como parte de ese encargo, los comunicadores fueron llevados a beber y a divertirse en varias casas non santas y cuando terminó la parranda los hospedaron en un hotel al que pusieron doble candado para que no salieran. Entre esos reporteros no había uno solo guerrerense o mexicano.
Ahora son otros tiempos, existen varios periódicos y revistas independientes y en general se respeta lo que los comunicadores publicamos o decimos. Algunos reporteros y directores de diarios son los mismos de aquellos tiempos, pero se ha ganado un gran espacio de libertad que respeta su trabajo.
A nivel político también se ha modificado el contexto, existen fenómenos nuevos que obligan a un análisis muy detallado del tema. La violencia de las bandas del crimen organizado es una amenaza mayor que la que representan los que se encapuchan y exhiben sus escopetas. Con un agravante adicional: algunas de esas bandas se están politizando y amagan convertirse también en actores políticos. Si ello ocurriera tendrá que haber una reconversión de esas agrupaciones que terminarán nutriendo nuevos agrupamientos de disidentes armados. Las coyunturas políticas suelen ser magníficas condensadoras de contradicciones; recordemos el caso de Pancho Villa, que pasó de vengador de una afrenta familiar (la violación de sus hermanas por parte de otra familia) a salteador de caminos y de ahí a general del ejército popular más famoso del mundo: la División del Norte.
Finalmente, algo que deberán tomar en cuenta los que mandan para decidir qué política aplicar ante los amagos guerrilleros es el momento político. En la década de los 70’ había un reflujo del movimiento de masas en la región y en todo México, los estudiantes que aspiraban a la democracia ya habían sido reprimidos violentamente en la capital de la república y en todo el país, los copreros, maestros, obreros y líderes campesinos y urbanos también sabían lo que era la violencia política de los de arriba. De hecho la vía armada había quedado como el último recurso para disentir del régimen priísta.
Hoy es muy distinto, estamos ante un innegable ascenso del movimiento de masas. Los maestros disidentes se agrupaban en cuatro secciones hasta antes de la reforma educativa, hoy mantienen movilizaciones importantes en veintidós. La reforma energética se va a aprobar pero ahí no terminará la lucha por la defensa del petróleo; va a seguir con grandes posibilidades de volcar a la opinión pública a favor de la revocación (de la reforma legislativa o de las autoridades que la promovieron).
VI
El régimen priísta ha tenido una especie de mala conciencia frente al fenómeno de la guerrilla; avergonzadamente aceptan que en México no había canales suficientes de participación y que alguna culpa tenían ellos o el partido en el que militaban. Por eso tienen frente a los rebrotes una parálisis discursiva que espanta; los argumentos más coherentes son aquellos de intolerancia que llaman a la represión y que derivan sus posicionamientos de los dichos de otros protagonistas del pasado. Tal es el caso del diputado Rubén Figueroa Smutny, que declara a la defensiva y denuncia a los grupos radicales y a una supuesta respuesta ante la aprobación de un nuevo estatuto jurídico para las policías comunitarias.
Paradójicamente ha sido el dirigente estatal del PAN Andrés Bahena el que ha tenido una participación más coherente y elaborada en torno a los amagos; el dirigente afirmó que se necesita diálogo para enfrentar estos problemas y que el gobierno debería tender puentes hacia estos grupos antes de que sea demasiado tarde.
La posición más cómoda es la de la izquierda electoral, que silba y voltea a ver a otra parte mientras el entorno se está descomponiendo. Pero si hilamos fino nos daremos cuenta que los reclamos mayores deberían ser para esta opción política. La permanencia de amagos guerrilleros debería constituir el acta de defunción de la izquierda electorera. Se supone que desde hace un cuarto de siglo (1988) se han estado abriendo espacios cada vez más amplios a la participación política de un sector que comparte los fundamentos igualitarios y justicieros de las opciones armadas. Esos espacios deberían haber servido para mejorar substancialmente la distribución del ingreso, para hacer más expedita y sin tanto recoveco a la justicia, para que muchos guerrerenses hoy sepultados en el abismo de la desesperanza pudieran tener cuando menos la seguridad de que comerán mañana. Si ello no ha ocurrido quiere decir simple y llanamente que esa izquierda no es la que necesita Guerrero y el país. ¿Para qué se han usado los espacios conquistados por el pueblo con tanto sacrificio? Para que el diputado esté pensando en su próximo puesto, igual el presidente, los síndicos y regidores. Se han utilizado para construir un mundo basado en el relajo, el ocio y la frivolidad; los funcionarios de izquierda aspiran a colocar a su querida de regidora, a cobrar mayores cuotas por diezmos y por toda clase de sobornos y a seguir en el mundo frívolo que han construido conviviendo con el dinero sucio, con finos aromas de lavanda y con putas de lujo.
Los amagos les convienen porque resultan en más trasiego de maletas para comprar sus silencios (más aún si se produce una cruel represión contra el movimiento popular). Se da el caso no tan inexplicable de que mientras los pobres que están desesperados ponen el amago, los riesgos y los sufrimientos por la represión, los dirigentes de izquierda se vuelven más ricos por sus complicidades y sus silencios.
La izquierda verdadera sería una que condenara los intentos de represión, que estuviera atenta al desarrollo de un conflicto que nos puede estallar, que sus funcionarios, dirigentes y legisladores se confundieran entre la masa de pobres que ya no encuentran salida a su situación. Esta formación política debería ser la que condujera un debate sobre el tema basado en un discurso bien elaborado, que dé cuenta de los avances en materia de libertades democráticas, de respeto a los derechos humanos, del diseño de una arquitectura jurídica para el diálogo y no para la confrontación; en fin, que impidiera el riesgo vigente de que el ejército de todos los mexicanos sea lanzado otra vez a una aventura contra su pueblo de la cual regresaría sin gloria, lleno de vergüenza y deshonor. Pero son temas que no les interesan; por eso se explica que ningún legislador de izquierda haya estado en el informe que dio la Comisión de la Verdad (¡En su propia sede!). Se entiende la abstención en el caso de los priístas y panistas, pero los legisladores de izquierda deberían tener el tema de la guerra sucia permanentemente en su agenda; finalmente fue por esos sacrificios humanos que ellos ahora comen con manteca.
Es bastante penoso que ante la ausencia de una propuesta basada en el humanismo sean las elucubraciones jurídicas de Martínez Garnelo las que ocupen el espacio del debate. Sus argumentos pueden ser jurídicamente impecables (el abogado es especialista en el tema) pero están totalmente desvinculados de la realidad; cree que puede desaparecer de una parrafada a la policía comunitaria con sólo declarar la subjetividad de algunos de los principios legales en que basa su actuación. Equivale a cerrar los ojos ante una realidad que nos está pegando en la cara. Sus planteamientos tendrán el destino de la Constitución de Cádiz, que todos invocaban en España pero que nadie respetaba. Se hizo célebre una frase que todo mundo decía cuando sus ordenamientos jurídicos eran violados con pleno conocimiento de causa: ¡Que viva la Pepa! (que tal era el nombre que los españoles dieron a aquella constitución).
VII
Hay que detener los amagos de insurrección, hay que hacer lo mismo con los amagos de represión. Los campesinos deberían utilizar su tiempo en desarrollar proyectos productivos que puedan sacarlos de su pobreza ancestral, el ejército debería usar el gran presupuesto que le autorizó el congreso para el próximo año para mejorar los haberes de sus miembros, para modernizar sus instalaciones y para que sus servicios de inteligencia actúen con profesionalismo y con un alto sentido de la dignidad humana y el honor.
Está claro que ningún grupo guerrillero (ni todos juntos) pueden derrotar al ejército en combates convencionales. Debería estar claro también para las autoridades civiles que el ejército no quiere asumir los costos políticos que derivan de mandarlo a corregir LAS CONSECUENCIAS de las políticas aplicadas por funcionarios insensibles, ineptos y corruptos. Deberíamos saber también que en los tiempos actuales toda confrontación armada termina en una mesa de negociación. No tiene caso entonces agregar a la cadena infinita de sacrificios de los más pobres los daños que causaría una confrontación que a nadie conviene. Guárdense las armas, que viva la vida.
CORREO CHUAN
El hombre pudo hacer una fortuna respetable; en los dos sentidos: por grande y porque la edificó en el respeto a las reglas del juego y a la vista de todos (suerte, dirán algunos y él mismo; pero tuvo más disciplina, austeridad y constancia). Después, quiso ser presidente del municipio que lo vio nacer y lo logró en su cuarto intento (tenacidad, se llama ese rasgo del carácter). No, pendejo no es; pendejo (y además grosero) es quien invita a su casa a visitantes que una vez adentro insulta. Mientras esto ocurre en los Bienes Comunales de Cacahuatepec, en la 27 Zona Militar Ramón Navarrete Magdaleno imparte un curso. No es cualquier tema, es sobre derechos humanos; no es cualquier público, son militares que quieren saber cuáles son las reglas que se deben respetar. Quien diserta tampoco es cualquier conferencista; es el visitador de la Comisión Estatal de Derechos Humanos y es el orgullo de San Jerónimo el Grande, la cuna de mi pariente y de nuestros mayores.
El correo chuan dice que hay que elevar la mira, hilar fino y mejorar el discurso para enfrentar eso que siempre ha estado ahí, larvado, agazapado, esperando la oportunidad para el desquite. Si llega el turno de los ofendidos la izquierda legal tendrá una responsabilidad mayor que hemos pasado por alto, porque comparte el discurso aunque no salpique a los desesperados con el contenido de las maletas. Zapata 21 es una dirección de bellos recuerdos.
E-mail: correochuan@hotmail.com